Tiempo estimado de lectura: 2 min.
Bebí dos copas de más, ¿o fueron tres? no estoy segura, tampoco importa demasiado ahora que estoy sentada encima de un joven señor, rubio, que para nada es mi tipo. Empecé a hablar con él en la barra mientras me pedía otra bebida, me pareció agradable y le invité a la mesa. Todas las demás personas que estaban en la mesa conmigo se habían ido a bailar, eran demasiado extrovertidos para mi gusto, demasiado vivos, demasiado superficiales. Yo estoy en una de esas noches donde todo me parece horrible y oscuro y entre tanta oscuridad el pelo lleno de gomina -demasiada- de este señor, brillaba un poco, así que me ha parecido un buen contraste. Me he puesto a preguntarle cosas que ya se me han olvidado, pero lo que no se me ha olvidado es una de sus respuestas. Me ha dicho que el azul de estas paredes le recuerda a sus caramelos favoritos, los que comía de niño y todavía come. Dice que son de arándanos, a mi me encantan los arándanos y por eso me ha gustado su respuesta. Mis antiguos compañeros de mesa seguro que habrían dicho que este azul les recuerda al mar, son demasiado predecibles, demasiado aburridos…en general los aborrezco digan lo que digan. Me he puesto a rebuscar en sus bolsillos un caramelo de arándanos pero no lo he encontrado, él se reía y ha pensado que estaba coqueteando. A mí él no me gusta, lo que me gusta es su respuesta y los arándanos, quiero dejarlo claro. Me ha sentado encima suyo y me está besando, creo que va más borracho que yo. Ahora que me fijo, la gomina que antes parecía reluciente y graciosa empieza a agobiarme. Tiene la cara alargada y aunque eso me gusta, la suya no. Que horror de expresión, aprieta demasiado los ojos cuando los cierra para besarme. Me pregunto si piensa que me están gustando sus besos. ¿Me están gustando? Mmm no, son demasiado poco tiernos, demasiado babosos y demasiado largos. ¡Esta noche es horrible! Lo único que me parece adecuado son mis zapatos rojos. No puedo dejar de mirarlos. Son elegantes, originales y brillantes, todo en su justa medida, como deberían ser siempre las cosas. La gente tiende a sobrepasar la línea de los comportamientos, de las actitudes, de las cosas que dicen y los objetos que se compran. Rebosan el vaso hasta ahogarse y después se arrepienten. Mis zapatos rojos, la gente debería mirarlos más para comprender mejor la vida. Rojitos, en su justa medida, esta noche serán los únicos que me acompañen a casa.
Acerca del autor
Escrito por: Marina Fernández López (@mbooks9. ig no Twitter)
Escribo desde pequeña y sobretodo disfruto de la lectura. Actualmente redacto sobre cultura y artículos de ocio así como divulgativos en diversas páginas web. Estoy cursando un curso de escritura para aprender más y poder publicar algún día mis historias.
Como siempre, te invitamos a que nos dejes tus opiniones y comentarios sobre este relato en el formulario que aparece más abajo.
Además, si te ha gustado, por favor, compártelo en redes sociales. Gracias.
Y si te quedas con ganas de leer más, puedes entrar a nuestra librería online
Deja un comentario