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Esa misma mañana Pablo sale pronto de casa con rumbo al hospital para hacerse un análisis completo de sangre y orina («nunca en mis 34 años de vida me había hecho uno, a este ritmo el próximo será a los 68»). El ticket del turno que indica las 7,51 le lleva a esperar algo más de hora y media, algo que en sí no constituye un problema por dos motivos fundamentales: Pablo está de vacaciones y además lleva El infinito viajar, una reunión de ensayos de Claudio Magris sobre el sentido de los viajes.
Termina de rellenar el frasco de orina y sorprendido por la naturalidad con que las enfermeras recogen dichos frascos, da las gracias por la amabilidad con que ha sido atendido, sale del centro y cruza la acera para hacer la compra. Poca gente en el supermercado, aire acondicionado a mil, varias novedades y algún problema a la hora de pagar con la tarjeta de crédito (¿o débito?).
Frente a la parada de bus Pablo compra la Repubblica, el periódico que lee cada viernes. Lo abre ya en el autobús. Hojea y ojea titulares de noticias de deportes, programas culturales del finde en la ciudad y un reportaje sobre el porno, que decidirá leerlo detenidamente en casa. Minutos después se sumerge en una noticia mayúscula: en la Calle Caffaro, un edificio de 9 plantas y 75 apartamentos, antigua residencia de ancianos y lugar vacío desde 2011, acoge desde hace pocos días a 89 inmigrantes, todos procedentes del sur del mundo, ese sur semiabandonado. El piso 2 entero es un servicio de la Cruz Roja. La planta baja contiene un tablón de corcho donde se colocan las novedades sobre sanidad y derechos. Susanna Neuhold, la promotora de la iniciativa, dice que están recibiendo cientos de peticiones para ayudar. Cierto es que no faltan las polémicas y protestas, pero también es cierta la llegada de algunos vecinos que llaman a la puerta ofreciendo jabón, esponjas, cepillos de dientes y comida caliente.
Por hechos como estos, piensa Pablo, la vida merece ser vivida.
Emocionado por la noticia, se da cuenta de que tiene los brazos sudorosos («será el calor», intenta autoexcusarse no sabe bien de qué). Cuando levanta los ojos del periódico, se da cuenta de que el autobús ha hecho la parada habitual de la calle Caffaro. En ese momento piensa en El infinito viajar y en Magris.
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Acerca del autor
Escrito por: Tahelmar Caraballo Devesa
Para Pessoa escribir era su forma de estar solo. Para mí es la forma de estar con alguien.
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Me encanta esa Magia con que te lleva de la mano. Y no sabes con qué te vas a encontrar.
Fantástico!
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