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Me encuentro sentada en una sala, con la mirada perdida y los ojos llorosos. Estoy temblando y por más que quiero, no puedo parar. Noto un gran bullicio, personas moviéndose de un lado para otro, gritos, llantos… A mi lado se encuentran mis padres, que han insistido en acompañarme a declarar. Observo con los ojos vidriosos al agente que se encuentra sentado enfrente de mí. Me mira paciente y noto por su tono de voz que trata de tranquilizarme. Me ha ofrecido un vaso de agua, pero vuelvo a estar tan asustada que ni me apetece, por más sed que tenga. El agente me insta a relatarle lo sucedido la pasada noche de sábado, así que tomo el aire y el valor necesario y empiezo a relatar los hechos con cierto temblor.
Antes de nada, me gustaría presentarme. Me llamo Sara y tengo 20 años. Mis padres se llaman Lucas y Maite y desde hace unos siete años, vivimos en un chalet a las afueras de Madrid, a salvo del bullicio del centro de la ciudad. Siempre he sido una de esas personas que prefiere quedarse en casa que salir a la calle y socializar, y esa noche, no fue menos.
Era una noche de sábado como otra cualquiera, y mis padres decidieron salir a cenar, yo en cambio me quedé en casa viendo una película junto a Lila, nuestra querida perra. Una vez que se marcharon mis padres, me preparé un bol de palomitas, coloqué a Lila en el sofá y le di al “play” para poner la película. Aunque no soy muy fan de las películas de terror, lo cierto es que “Noche de miedo” no me pareció exactamente de terror, por lo que decidí verla. Esta cuenta la historia de una joven que acabó siendo asesinada en su propia casa la noche de Halloween, y en el tráiler no vi nada que pudiese asustarme. Una hora y media de película, de sustos, de gritos y sobre todo de angustia. Me sobresalto al escuchar mi móvil vibrar, es un mensaje de mamá en el cual me informa que pasarán la noche fuera de casa y que puedo cenarme lo que ha sobrado a la hora de comer. Miro el reloj y me doy cuenta de lo tarde que es, por lo que cojo a Lila en brazos y me la llevo a mi cama. La verdad es que tengo tanto miedo que no creo que pueda pegar ojo y encima saber que mis padres no van a pasar la noche en casa no me tranquiliza nada. “Es sólo una película, Sara. No va a pasar nada” digo para mis adentros. Me tumbo en la cama y Lila se acurruca a mis pies, me tapo con el edredón y cierro los ojos intentando dormir. Escucho un ruido en el salón y me calmo al pensar que son mis padres y que ya no tengo de preocuparme, pero recuerdo que no pasarán la noche en casa y vuelvo a angustiarme. Intento calmarme y vuelvo a acurrucarme en la cama y a cerrar los ojos. Otro ruido, esto ya no me gusta. Empiezo a asustarme y rápidamente me aseguro de que Lila siga acurrucada en mi cama, pero para mi sorpresa, no se encuentra ahí. “Quizá esté en la cama de papá y mamá”. Vuelvo a acurrucarme en la cama intentando que se me pase el susto y poder dormir ya de un tirón. Otro ruido, este más fuerte. Estoy realmente asustada. Miro el reloj: “4.00”, algo no va bien en casa. Me levanto intentando hacer el menor ruido posible, cojo el bate de béisbol con el que mi padre jugaba cuando era jóven y decido inspeccionar la casa para asegurarme de que va todo bien. Salgo al pasillo y susurro el nombre de Lila intentando llamarla, pero no obtengo respuesta y eso me preocupa aún más. Escucho un ruido mucho más fuerte y sin darme cuenta, pego un grito. Tapo mi boca rápidamente pero ya es tarde, escucho unos pasos fuertes acercándose cada vez más a mí. Levanto la cabeza y me encuentro a un hombre con la cara tapada mirándome fijamente. Han entrado a robar a casa y el miedo me ha invadido por completo. El hombre se acerca a mí y coge mi brazo. Bajamos la escalera a pasos gigantes hasta llegar al salón y grito al ver el cuerpo inerte y lleno de sangre de Lila, está muerta. No aguanto las lágrimas y empiezo a llorar por su pérdida y por el miedo que tengo encima. El hombre me lleva a un rincón de la habitación y me tapa la boca con una cinta aislante, y me ata las manos con una cuerda. Mientras uno de ellos recorre mi casa de arriba abajo, el otro se dedica a vigilarme apuntándome con una pistola. Escucho el teléfono de la cocina sonar y siento la mirada de aquel hombre en mí. Se acerca a mí, coge mi brazo y me quita la cinta. Me amenaza con matarme si hago alguna tontería. Es mamá, preguntándome como van las cosas en casa y para darme las buenas noches. Intento sonar tranquila y que no se me note la voz cortada para no preocuparla, el hombre se encuentra a mi lado apuntándome a la sien con la pistola. Después de asegurarla que todo va bien y que no tiene de qué preocuparse cuelga y el hombre vuelve a taparme la boca con cinta aislante y a atarme las manos con una cuerda. Vuelvo al rincón en el que me encontraba y comienzo a pensar en las posibles formas que tengo para salir de casa con vida. Desde pequeña veía series y películas policíacas con papá, por lo que más o menos puedo tramar un plan para salir de casa. Intento poco a poco deshacer el nudo y liberarme las manos, pero está tan fuerte que me estoy haciendo daño. Poco a poco logro deshacerlo aunque noto mis manos doloridas y siquiera moverlas casi. Hago un último esfuerzo y logro desatar el nudo y con ello liberarme. Mantengo las manos juntas y procuro no moverme para no dar ningún paso en falso que pueda ocasionar mi muerte. El hombre me mira un momento, después se levanta y desaparece de la habitación. Estoy segura de que ha subido al piso de arriba a hablar con su compañero. Esta es la mía. Quito la cinta aislante de mi boca intentando no hacer ningún ruido, me levanto rápidamente y procuro ser lo más silenciosa posible. Me dirijo hacia la cocina, cojo un cuchillo pequeño que no puedan notar fácilmente y me lo escondo en la manga de la sudadera. Me acerco al teléfono e intento marcar lo más rápido que pueden mis dedos el número de la policía para pedir ayuda. Lamentablemente en el momento en que alguien responde, soy apartada bruscamente del teléfono. El miedo me invade, pero es ahora o nunca. El hombre coge mi brazo dispuesto a llevarme al rincón y volver a atarme, pero me revuelvo violentamente, logro darme la vuelta y mirarle de frente, saco rápidamente el cuchillo de la manga de la sudadera y se lo clavo en la pierna. Le escucho gritar y soltarme. El otro hombre aparece en la habitación y observa a su compañero. Yo corro hacia la puerta y salgo corriendo. Escucho sus fuertes pisadas detrás de mí y sigo corriendo bajando la calle. Escucho las sirenas de la policía, ya estoy a salvo. Me quedo quieta en la calle observando cómo los policías entran en mi casa y salen con el hombre al que clavé el cuchillo. Este es introducido en el coche. Uno de los policías se acerca a mí, comienzo a llorar, me pregunta cómo me encuentro y me acompaña al interior de mi casa. Pregunta por mis padres, a lo que respondo que no se encuentran en casa y que hasta dentro de unas horas no llegarán a casa. Finalmente, me acompaña a casa de una de nuestras vecinas, Mercedes, quien gustosamente me da cobijo e intenta tranquilizarme.
Y aquí me encuentro… en comisaria junto a mis padres, y con la mirada perdida relatando los hechos de aquella visita inesperada. Ahora tengo miedo de quedarme sola en casa por las noches y por supuesto, sé que no volveré a ver ninguna película de miedo.
Photo by Matt Popovich on Unsplash
Acerca del autor
Escrito por: Alpana Zurdo Perezagua (@Directi97)
Escribo reflexiones sobre algunos aspectos que considero inapropiados para la sociedad actual, con la esperanza de que se mejoren. También, escribo relatos breves imaginarios o con un toque de realismo.
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