Tiempo estimado de lectura: 3 min.
Tan de golpe como de costumbre, desperté esta mañana con la garganta reseca y una sensación ya familiar de soledad la cual, si en algún momento dejaba de sentir, al mirar por la ventana regresaba de golpe sin dar explicaciones.
Todas las mañanas son iguales. Despierto y busco en mi cama una compañía que añoro con toda el alma pero que sé que no está aquí, rebusco en la alacena restos de la cena de anoche o, en caso de que no encuentre nada dentro, preparo algo ligero con lo que tengo en el refrigerador, almuerzo, me baño, elijo algo de ropa que esté limpia o al menos que no huela muy mal y me dispongo a salir de casa.
La vida afuera es simple, no hay nadie alrededor que me moleste. No tengo vecinos, amigos, familiares, esposa ni hijos que me cuestionen o en todo caso que me acompañen. Sé que suena deprimente al principio, pero una vez que te acostumbras es más que acogedor. Salgo diariamente dependiendo de mis necesidades, algunas veces por comida, otras por suministros, en contadas ocasiones salgo lejos en caso de que no encuentre nada cerca.
Parece extraño, pero en realidad no sé dónde estoy ni de dónde vengo, solo desperté una mañana en este lugar, en esta casa, completamente solo y, hasta la fecha ya 183 días después, no he encontrado indicios del porque estoy aquí. Hay varios interruptores en esta casa pero ninguno funciona, tampoco funciona nada que requiera energía eléctrica. Encontré entre mis cosas un celular, pero hasta ahora sigue apagada y no creo que tenga ánimos de volver a encenderse. Quizás sea un castigo para una vida pasada, pero no la recuerdo, no recuerdo nada ni a nadie, sé que son las cosas porque eso sé que son, pero nada más allá de eso. No he encontrado animales tampoco vagando por las calles desiertas ni alguna señal de vida salvo por los gusanos que se acumulan en la comida descompuesta o los árboles y plantas que decoran el paisaje.
Fue agotador el principio. Pasé días buscando alguna señal de otra persona, pero no encontré nada. Cuando el hambre se adueñó de mí, empecé a buscar comida dentro de las casas vacías que me quedaron más cerca, al principio me sentí un poco culpable por las casas que allanaba, pero después, tras un periodo de aceptación, deduje que nadie me reclamaría por mis actos previamente cometidos. Encontré cosas inusuales, desde artículos que se usan en pareja para dar vida a la pasión, hasta una casa donde pienso que se vendieron alguna vez drogas o armas por la cantidad absurda que encontré de ambas. No dudé en llevarme un par de ellas, por si mis sospechas de estar completamente solo estaban erradas, pero después de unos días dejó de tener sentido, ya que no me equivocaba.
Pasaron los meses, y hoy estoy adaptado casi por completo a esta vida, que aunque aparenta ser rutinaria, aun guardo la esperanza de que me dé una agradable sorpresa en un futuro.
Photo by Kinga Cichewicz on Unsplash
Acerca del autor
Escrito por: Diego Armando Chacón Terrones
Nacido en Quintana Roo, México. Empecé con las publicaciones en Wattpad a principios del 2015, actualmente incursiono en artículos de difusión cultural, política, social entre otros además de seguir con mi pasión por la poesía.
Como siempre, te invitamos a que nos dejes tus opiniones y comentarios sobre este relato en el formulario que aparece más abajo.
Además, si te ha gustado, por favor, compártelo en redes sociales. Gracias.
Y si te quedas con ganas de leer más, puedes entrar a nuestra librería online
Me parece una buena historia, detallada y muy actual el sentido social de vacío y a la par ansiada soledad…Una pequeña sugerencia que te doy, si no he entendido mal, no hay electricidad y sin embargo dices que coges algo en el refrigerador…Suerte y adelante Diego Armando…