Parece que fue ayer cuando, por primera vez, fui a verles. Recuerdo que tenía muchas ganas. Los nervios y la ilusión se me agolpaban en el pecho, lo normal en una persona que solo les ha visto en video y les ha escuchado en Cd. Por aquella época yo era un jovenzuelo de dieciocho años. Me había preparado todas las canciones posibles hasta la fecha, oyéndolas una y mil veces. Ya estaba listo, podíamos emprender el camino. Estaba muy contento ya que era la primera vez que salía de Valladolid con mis hermanos y sin mis padres. Qué más podía pedir. Al fin y al cabo iba a ver a mis ídolos. Y hoy, por primera vez, llevo a mi sobrino a un concierto de Iron Maiden. En su cara puedo ver esos mismos sentimientos que tuve yo cuando aquel dos de noviembre de 2003 asistí a mi primer concierto de “la doncella”, en Madrid. Estuvieron geniales, a pesar de que el día antes el grupo tocó en Barcelona y el cansancio hacia mella en los componentes. De la banda telonera, poco puedo decir, solo que precedía a lo que iba a ser un espectáculo increíble.
-¿Y te gustó, tío?- preguntó Marco, curioso a la par que ilusionado.
-La verdad es que si, pero me gustaron más en Mérida. Estaban descansados y, además, nos obsequiaron con dos horas de concierto sin olvidarse casi de ningún tema clásico.
La expresión en su cara y su reacción lo decían todo: ojos como platos, sonrisa de oreja a oreja y, lo mejor de todo, empezó a cantar the evil that men do. Le pirra ese tema, y del disco ni hablemos. Como olvidar la primera vez que le puse el seventh son of a seventh son. Fue precisamente un siete de febrero, a los siete años de vida. ¿Casualidad? Ninguna. Estaba todo estudiado. Ese disco fue el séptimo en estudio del grupo. De ahí el nombre. Por eso quise que lo escuchara con siete años. Bueno, y porque a esa edad me inicie en el heavy metal. Los dos teníamos el camino marcado. Ya no concebíamos la vida sin la buena música.
Cada vez que me veía me recibía con un “¿escuchamos a los Maiden, tío?” “por supuesto” le dije yo sin vacilar.
Todavía faltaba al menos mes y medio para el gran día, en el que mi sobrino y yo disfrutáramos de un espectáculo sublime. Iba a ser legendario, lo intuía. Algo me decía que iban a estar al 100% y nos cantarían lo que todos estábamos deseando.
-¿Cuánto falta para ir a Madrid, tío?
-Poco, cariño. Ya falta poco.
-Pero ¿Cuánto es poco?
-Menos de un mes. Sé que tienes ganas, pero todo en esta vida llega, incluido el concierto.
No hago más que ver la misma impaciencia que tuve yo cuando, después de unas cuantas vueltas por Madrid, logramos llegar al palacio Vistalegre. No puedo por menos que sonreír.
Después de una búsqueda rápida por internet consigo ver el set list del concierto ¡Lo sabía! Todas las clásicas. Marcos va a gozar, y yo también.
-Mira, hijo, la lista de temas de los Maiden. Mira a ver cuántas te suenan je je.
-¡Ala, tío! ¡Todas las clásicas! Jolín me las se todas. Voy a cantar hasta quedarme afónico.
Se hizo dura la espera, pero al fin llego el gran día. Marco pasó la noche durmiendo poco o nada. Las ganas de ir a verles le llenó el estomago de mariposas, las cuales no dejaban de revolotearle en la tripa. No podía creer que hubiera llegado el tan ansiado momento de ir a ver a la banda británica que tantos buenos momentos nos han dado. Cuando entramos, mi querido sobrino se quedó embobado con el despliegue de medios que hizo el grupo en cuestión de sonido, ya que era lo único que, por el momento se veía, porque estaban colocadas en dos columnas de altavoces a la vista.
-Ya verás cuando caiga el telón, ese será el momento en el que todos estallaremos. A partir de ahí espera lo mejor, porque no nos defraudarán.
-Tengo ganas de que empiecen, tito ¿falta mucho?
-Cinco minutos escasos, suelen ser muy puntuales.
Y así ocurrió. El concierto tenía previsto empezar a las diez de la noche y empezó a las diez menos un minuto. El tema que eligieron para dar paso a la banda fue una versión de “Doctor, Doctor” de ufo, interpretada por la doncella. Después de aquella cover, dos horas de fuego, ciento veinte minutos de acción donde Steve Harris y sus chicos hicieron las delicias de los grandes y, sobre todo, de los pequeños, que como Marco, disfrutaron como nunca.
-¿Cuánto ha durado, tío?
-Dos horas, cielo
-¡Jo! Pues me ha sabido a poco
-¿Qué fue lo que más te gustó?
-Cuando subimos al escenario, tito. Y que tocaran las canciones buenas
“Como para no” le dije. Su primer concierto y ya pudo tocar a sus ídolos. Yo tuve que ir a tres conciertos con este para poder verles de cerca. Pero todo vale por ver su cara, llena de ilusión. Si he de destacar algo, fue el gesto de Bruce Dickinson: se fijó en Marcos y le cogió de la mano. Los dos alucinamos en colores, pudimos ver un Dickinson cercano, amable. Pero, por suerte, esto no acabó así: después del concierto pudimos fotografiarnos con todos los componentes del grupo, charlar con ellos, aunque necesitamos de traductor para entendernos. Se mostraron muy abiertos y simpáticos, no podíamos creer que estuviéramos allí, detrás del inmenso escenario con ellos, pero lo estábamos. Era algo digno de recordar. En ese momento nos dimos cuenta que éramos la envidia de muchos fans, ya que no todos pueden entrar así como así, sin ningún tipo de pase o acreditación. Después de todo aquello nos hicimos fotos con todos, nos regalaron sus muñequeras y nos invitaron a cenar con ellos ¡increíble! Fue una tarde-noche llena de emociones, y encima con invitación a cenar con “la doncella de hierro”, y cuando creíamos que se habían terminado las sorpresas… ¡volvemos a Valladolid en el Ed Force one avión privado de la banda! Y, por muy inverosímil que parezca, la fiesta seguía hasta las tres de la madrugada.
Por fin aterrizamos en pucela. Nada más salir del aeropuerto, cogimos un taxi y vuelta a casa, disfrutando de un grandioso concierto con un grupo que, a pesar de tener mucho dinero, derrochan humildad a raudales.
¡Gracias, muchas gracias! Nos habéis hecho muy felices. No lo olvidaremos en la vida.
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