—Nadie sabe como pudo suceder ni porqué, pero sucedió. Sin más, como por arte de magia, justo en el mismo instante, en todo el mundo, cada músico cogió su instrumento. En aquel momento, en algunos lugares el sol brillaba como nunca, en otros llovía o nevaba, y en otros, sin embargo, la noche aguardaba silenciosa o tempestuosa. Todos cogieron su instrumento y se fueron dirigiendo, como guiados por algo, a distintos lugares, parecía que sabían perfectamente a donde debían dirigirse. Así, poco a poco se llenaron calles, plazas, parques, incluso playas y campos, de músicos. Las personas que fueron oyendo la música comenzaron a inundarlo todo. El mundo, al compás de una infinidad de sones, se fue paralizando. Nadie quedó ajeno a aquello: Solistas, cuartetos de cuerda y pequeñas bandas se encargaron de llevar la música allí donde hubiese alguien que no podía salir a disfrutar de ella, y así llenaron también de melodías, hospitales, geriátricos y habitaciones de personas limitadas. Sin embargo los lugares donde aquello cogió un tinte mucho más extraordinario, fueron en aquellos donde la música no suele llegar nunca. Violines, guitarras e instrumentos de viento remplazaron con acordes y armonías al sonido de las armas. Los soldados quedaron parados, como hipnotizados, disfrutando de aquel momento. Los campos de batalla se convirtieron en grandes auditorios, donde se extendió como una onda expansiva un sentimiento, mezcla de placer y remordimiento. No quedó rincón donde no llegase la música. En su infinita variedad fue mezclándose, confundiéndose, hasta convertirse en una sola. Llegó un momento en que todo el mundo estaba escuchando lo mismo, parecía que toda la música del mundo, desde las grandes sinfonías, pasando por las canciones más populares hasta los sonidos étnicos de todos los lugares, se hubiesen fusionado creando aquello que sonada en ese momento. Atravesó murallas y fronteras; como una torre de Babel, el único idioma que no entiende de clases, de razas ni colores, unió a todos. Amigos y enemigos se miraban , se entendían, se sonrían. Pero acabó, sin aplausos ni ovaciones. La magia de aquel momento se fue con los últimos tonos y todo quedó en silencio, todo volvió a ser como siempre. Sin embargo desde aquel día en algunas personas, sobre todo niños, nació un sentimiento que los transformaría para siempre. Aunque no volviera a suceder aquello, harían todo lo posible por llevar la música a todas partes. Aquel día muchos, muchos niños soñaron con ser músicos.
Terminó la historia mirando la sonrisa encantada de su hijo, que parpadeaba cansado. Después de unos segundos, lo arropó y le deseó buenas noches, con un beso en la frente.
Nada más salir de la habitación, el pequeño, se levantó adormilado, cogió la funda de su violín, y abrazándola, se volvió a acurrucar en la cama, deseando que llegase la mañana y con ella su primera clase de música.
Deja un comentario