Traducción – Yasmine Beale-Rivaya.
John Williams estaba en el podio con la mano derecha levantada sujetando el batón del conductor. Estaba frente a unos cien músicos de la London Symphony Orchestra más una sección de batería y percusión mejorada en la parte de atrás. Encima y detrás de ellos, proyectado en una pantalla grande colgante, estaban los números del ´countdown´ que nos hacían saber que íbamos a ver créditos de apertura de la película de ´Star Wars´ Las guerras de las galaxias, escuchar y grabar la música.
Los estudios de Abbey Road son un complejo industrial incongruo escondidos detrás de lo que una vez fue una casa, en el corazón de St. John´s Wood, una zona residencial de alta sociedad de Londres. Se hicieron famosos con los Beatles. Su escenario principal tenía la reputación de tener unas cualidades acústicas increíbles. Se han construido copias de estos estudios pero ninguno llegó a la misma altura y nadie sabe explicar el por qué.
Nosotros, Twentieth Century Fox UK Productions, llevábamos dos años trabajando en la película de Star Wars. Había sido una experiencia a la vez emocionante y desafiante. Habíamos tenido la suerte de haber logrado abrir camino a unas cuantas novedades tecnológicas y acabar más o menos en el presupuesto previsto. De todos modos, hasta que se haga el corte final y se añade la música a la película, nunca puedes estar seguro del todo. Aún entonces, hay dudas hasta que la audiencia lo vea y reaccione.
George Lucas, el director de Star Wars, había involucrado a John Williams como compositor desde el principio. Hacía unos nueve meses que George Lucas, Gary Kurtz y los editores se habían ido de los estudios Elstree, dónde se filmó toda la acción, y se habían ido a Hollywood para completar los efectos ópticos y de miniatura. El primer corte no había sido muy bien recibido y el editor fue reemplazado por la esposa de George, Marsha Lucas, quien a su turno había editado Taxi Driver y American Graffiti. Ahora los rumores corrían que la película funcionaba pero la expectativas del estudio eran todavía cautelosas. Esta sería nuestra primera oportunidad de ver la película.
Es difícil explicar cómo música ayuda a mejorar una película mediocre y convierte una gran película en algo excepcional. La música eleva la anticipación, avisa del peligro, ayuda a exagerar los clímax, predice y acentúa los momentos románticos. Ayuda a añadir definición al personaje del actor y, lo más importante, le da emoción.
Era una mañana nublada típica londinense cuando llegamos al estudio. Un par de chicas embarradas de pelo mojado estaban sentadas en la valla enfrente de los estudios, probablemente esperando ver alguna estrella de pop. Unos hombres descargaban los instrumentos musicales más grandes desde dentro de una furgoneta grande con la discreta señal London Symphony Orchestra pintada por el lateral. Herbert Spencer, el orquestador de John, estaba distribuyendo las partituras a los puestos de los músicos. Eric Tomlinson, el ingeniero de grabación, verificaba los niveles de los múltiples micrófonos. El área de grabación, con su amplia gama de perillas, dial y controles corredizos, tenía una ventana enorme que daba al estudio.
Detrás del área de grabación, y visible desde otra ventana más, estaban los técnicos en el cuarto de máquinas con múltiples máquinas para la grabación todas entrelazadas entre sí.
Los músicos, aunque hayan estado tocando hasta tarde la noche anterior, siempre llegan a tiempo. Pero, por las mañanas, se visten de forma muy informal, casi desprolijada, no en su traje esmoquin. Muchas veces iban sin afeitar y podrían confundirse por un contable, un fontanero y cualquier otra cosa. Muchos se sentaron a tomar su té o café desde sus termos y para zamparse el desayuno que no habían llegado a tomar o leer el periódico. Algunos miraron hacia la partitura.
John Williams, el compositor, y Lionel Newman Vice Presidente veterano de Twentieth Century Fox Music estaban en plena conversación sobre unos cambios de última hora. John es un genuino ´gentil-hombre.´ Vive a la altura de la parte ´gentil´ siendo generoso, amable, y de palabras suaves y, a primeras, parece tímido. Pero ese comportamiento esconde un lado ´hombre´ guerrero; la confianza para escribir partituras y de ponerse de pie delante de músicos de primera y de dirigirlos. Lionel, por el contrario, era un profesional arisco y muy sensato. Había sido el jefe de la sección de música de Fox for muchos años y había supervisado y dirigido cientos de horas de películas de cine y de música para la televisión. Venía de una descendencia muy larga y famosa de compositores y directores de música de estudios. Su sobrino, Randy Newman, sigue con la tradición.
Eric parecía un atleta moviéndose con gracia al manejar el gran soundboard. Lo hacía parecer fácil. Anunció que estaban listos; que la película estaba lista para rodar y que necesitaba un ensayo para verificar que todo estaba equilibrado. John miró hacia la orquesta, mucho más grande lo una sesión de película normal. Le pidió a Lionel que les informara de los cambios y que empezaran el primer ensayo.
Lo normal en las películas es usar músicos de ´sesión´. La mayoría vienen de orquestas diferentes y no parecen tener ningún problema equilibrarse los unos a otros. Cuesta más contratar una orquesta y ellos cuidan mucho de permitir que se asocie su nombre con cualquier compositor. La partitura que John había escrito para Jaws ayudó a persuadir al London Symphony Orchestra a participar.
Lionel fue al podio en el estudio. Los músicos, en la mayoría, estaban hablando, leyendo el periódico, o tomando una siesta rápida. Al fin y al cabo, ¡sólo se trataba de una sesión de película con un compositor relativamente nuevo! Lionel dio unos golpecitos con el batón en el podio. Hubo poca reacción. Su voz ronca del Bronx estalló “Cuando habéis terminado de leer vuestros periódicos y tomar vuestros tés empezaremos”. Hubo un crujido de periódicos, un par de toses y silencio. “Sr. Williams ha hecho unos cambios, por favor diríjanse a la barra….” Directos al trabajo, los cambios se comunicaron rápidamente y se escribieron e la partitura por parte del orquesta.
Lionel miró hacia atrás al pabellón por la ventana grande. John asintió. Eric dijo “Hacer rodar los proyectores”. Se atenuaron las luces y en la pantalla aparecieron los números. El brazo de Lionel bajó indicando el primer ritmo y la música se elevó.
Es increíble cómo músicos de primera pueden tocar a primera vista y tocar una partitura completamente nueva sin tener que estudiarla de antemano. Los que estábamos en el pabellón sabíamos que algo extraordinario acababa de pasar. Aunque los créditos todavía eran irregulares y en blanco y negro, ya estaban totalmente transformadas. Pero la música… era verdaderamente inspiradora, mandaba escalofríos por la espalda.
En cuanto terminó el ensayo Lionel vino al pabellón y él y John hablaron de unos asuntos técnicos. Luego, le pregunté a Lionel si él también se había emocionado. Dijo que como llevaba tanto tiempo trabajando en la obra, sabía cómo se oiría. Mucho después me confesó que hasta él había estado entusiasmado. Eric aprovechó del descanso para que sus técnicos movieran unos reguladores de sonido entre los músicos, añadir un micrófono y hacer unos ajustes a los niveles. Lionel salió a darles unos apuntes más a los músicos de la orquesta. Habían estado encendidos en animada discusión pero se callaron en el momento que apareció Lionel. El segundo ensayo le gustó a John y le dijo a Eric que él dirigiría la primera grabación.
John reemplazó a Lionel en el podio. De veras, parecía nervioso y tímido. Dijo “Buenos días,” y la orquesta contestó “Buenos días.” De alguna manera John conocía todos los nombres de los músicos principales. Les dio unos pequeños apuntes y pidió a los percusionistas que no se contuvieran en ciertas barras particulares. Levantó el brazo. Las luces se atenuaron. La película empezó. El brazo de John bajó y la orquesta tocó con entusiasmo y afán. Fue magnífico. Era fantástico y agotador ver cómo John movía todo su cuerpo, no sólo el batón, para urgir a las diferentes secciones del orquesta de dar un poco más de sí o un poco menos en las siguientes barras, todo mientras mantenía la música en sincronía con la película al segundo.
Al final, silencio. John se giró y miró a Lionel. Lionel dio el visto bueno. “Escuchemos el playback.” John regresó al pabellón. La orquesta, quienes no veían la pantalla mientras tocaban, se giraron todos para verla.
El playback estuvo perfecto. La emoción en la sala de grabación era eléctrica. “Hagamos una más por seguridad”.
Mientras John regresaba al estudio la orquesta empezó espontáneamente a aplaudir batiendo sus arcos, sus dedos y baquetas. Era un sonido parecido a la de un enjambre de abejas. John sonrojó. Fue un cumplido enorme, muy pocas veces concedido por músicos, y fue el principio de una relación amorosa entre John y la orquesta LSO.
La grabación tardó dos días. Habías muchas otras partes maravillosas en la partitura. Fue una operación cara y fue manejada de forma muy eficiente por Lionel, con tiempo repartido para cada sección de música.
Fue un privilegio poder haber asistido a muchas sesiones de grabación de música. Muchas has sido buenísimas, un par de ellas, desastrosas, pero la de las Guerras de las Galaxias destaca como casi un evento místico.
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