En una época en la que la única distracción posible, para una niña con una fantasía desmesurada, eran los tebeos o cuantos de hadas, descubrir, este gran invento que era el Cine, fue toda una revelación. Pero tenía una pega, una gran pega, Ana no disponía de dinero para ir al cine, por muy barata que fuese la entrada, en los días de su infancia no existía la “famosa paga” lo más que conseguía, y si se portaba bien, era algunos céntimos que apenas le llegaban par algún TBO. Como era bastante espabilada, para sus años, descubrió la manera de ahorrar y en vez de comprarlos nuevos lo hacía de segunda mano, naturalmente no se lo contaba a su madre y así se guardaba el dinero que le sobraba sin que esta se enterase.
Otra forma que encontró para ahorrar fue la del cambio, una vez que había leído el cuento, en vez de guardarlo lo cambiaba por otro, por supuesto tampoco lo decía y si por casualidad le preguntaban dónde estaban los que había comprado, decía que los había prestado y no se los habían devuelto. Por fin pudo ir al cine, pero no tuvo que gastar nada, pues en un cumpleaños, del padre, este se sintió generoso e invitó a la familia, la experiencia fue fantástica, a pesar de que la película era muda, pero para la gran fantasía de Ana este hecho fue un regalo, así se podía inventar los diálogos.
La primera película, sonora, ya sí que se la pudo pagar ella, también fue una ocasión especial, pues era una salida programada por las monjas del colegio, aquella sí que la dejó impactada, nunca olvidó el titulo, Corona de Hierro, por primera vez vio la maldad, que algunos seres humanos podían llegar a cometer por conseguir sus deseos, en este caso, el Poder. No le duró mucho el recuerdo de lo malo que observó, como el protagonista era un niño, lo cambió por una niña, naturalmente ella, y con astucia consiguió vencer al Tirano.
Volvía al cine siempre que podía, aunque no era todo lo que a ella le hubiese gustado, pero seguía con sus tebeos, ahora menos pues los estudios le restaba tiempo, pero no dejaba de pensar en lo emocionante que era.
Otra película que impactó a Ana fue El Árbol del Ahorcado, no solo por el argumento, aunque este fuese del Oeste, tema que le encantaba porque siempre se veía heroína, ya fuese “Piel roja” o “Rostro Pálido” en esta ocasión la emoción vino por ser la primera vez que iba a un Cine de Verano. Aquel año fueron a ver a los abuelos y coincidió con su cumpleaños y estos, sabiendo la ilusión que le hacía, le hicieron ese regalo, lo pasó en grande, se divirtió con el hecho de tener que ir a buscar las sillas, pues estas se iban colocando según llegaban los clientes, ver el cielo al mismo tiempo que la película fue el remate perfecto.
La pasión por el Séptimo Arte fue en aumento con la adolescencia y no decayó con la juventud, siempre prefirió el cine al baile, siendo asidua a los cines de sesión continua, sobretodo, porque este sistema, le permitía ir sin prisa si llegaba con la película empezada tenía la oportunidad de quedarse a la siguiente sesión.
Esta niña que rara es—Decía su madre—en vez de ir al baile como todas las de su edad, está obsesionada con el dichoso Cine, lo dicho, rara, rara.
Esa “Rareza” le siguió de adulta, tanto que quiso ser actriz, no hizo cine, pero si algo de teatro, desde luego de aficionada. Lo peor fue cuando conoció al que sería su marido, pues este al contrario que ella era un bailón, tuvo que negociar pero consiguió transmitirle a él su pasión por el cine y de esta manera seguir con su ilusión.
Cuando la televisión reemplazó, al placer de pasear, hasta llegar a esa sala que habíamos escogido, porque proyectaban la última película de… Bueno eso daba igual, daba igual a Ana, pues no era su manera de elegir, a ella le gustaba un titulo y punto, lo curioso era que casi siempre acertaba y veía, una muy buena película. Cuando eso pasó, tardó mucho tiempo en aceptarlo, no era lo mismo, en la tele no se veían los detalles, que según ella, servían para dar vida a los personajes, no, ella no aceptaba esa forma de ver cine y mientras pudiese seguiría yendo a las salas de sesión continua y cuando tenía algo más de dinero a las de “Estreno”
Los años pasaban y con ellos, cambiaba la vida, al formar una familia sus prioridades cambiaron, ya no disponía de tiempo, y tampoco de dinero, así es que las visitas al cine se fueron espaciando, ahora lo hacía en fechas especiales, y solo cuando encontraba a alguien que se quedara con los niños. En estas circunstancias tuvo que claudicar y terminó por ver, cine en la tele, no era igual pero… Su marido se enfadaba porque había veces que, veía una y otra vez la misma película—No entiendo para que la vuelves a ver si ya sabes cómo termina—y después de soltar una de estas perlas se reía, su marido no entendía nada, no entendía que para Ana, el CINE había sido su tabla de salvación, que a través de él había vivido varias vidas, y que , sobre todo la había salvado de una vida, la suya, anodina, sin más misterio que saber que comprar para comer y con qué dinero.
Hoy, cerca de la vejez, Ana sigue recordando, las largas sesiones, que a lo largo de su vida “aguantó” –Como decía su madre—y lo hizo con una tremenda ilusión, para ella el cine, al igual que aquellos tebeos, que leía cuando no tenía suficiente dinero para su otra afición, fue lo que hizo que conociera otros países, otras formas de vidas, de otra manera no podría haber sido, Heroína, Dama de le Edad Media, Espía, Misionera y …tantas mujeres más, y tampoco hubiese sido amada por esos galanes, tan guapos, que hacían soñar.
Vaya desde aquí la gratitud, de todas las “Anas” el mundo para quien, tuvo la brillante idea de hacer girar unas imágenes, en principio inanimadas, hasta conseguir crear algo tan hermoso llamado: El Séptimo Arte
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