-Que Dios me perdone, pero yo no esperaba un hijo cuando Sheyla nació-. Con estas palabras obtenía Dévora su permiso semanal para alejarse del purgatorio, donde cinco días a la semana se recluía voluntariamente, con su analista, en un hospital psiquiátrico experimental.
Su libertad ya no era un bien preciado para Dévora. La vida siempre devuelve los palos que recibe; y Dévora le hizo mucho daño. Ni siquiera su propia compañía le era soportable; un único pensamiento le permitía su ser: “Culpable”. Había interpretado papeles similares a lo largo de su carrera, pero nadie le entregó un guión para salvar la interpretación de este.
Dévora vivía en la casa de sus sueños. Su mansión fue uno de sus objetivos; como el porsche rojo, la finca abierta al mar, su belleza perenne, sus dotados amantes, el éxito y el glamour. Todo, absolutamente todo lo que pudo desear se lo proporcionó su ambición; y sus excelentes dotes de actriz. Pero, generosa como es la vida, sin que ella lo imaginara, le hizo un regalo, que aún siendo muy hermoso no cuadraba con sus propósitos, ni con su proyecto de existencia; y que Dévora no pudo devolver.
Las vivencias que negado su derecho no llegan a nacer con el día, quedan en espera, tristes y mansas, apiladas en un cuarto oscuro y olvidado de la mente. El proceso se repite día tras día en secreto silencio. Hasta que una de ellas se revela, y arrastra a las demás a pedir lo que es suyo. Entonces los actos que habían permanecido ocultos, estallan; y sus consecuencias desbordan nuestro prefabricado mundo, y nos ahogan.
Debería tomar la medicación; así se lo prometió a su doctora. Pero su alma siente tal clase de frió que sólo el alcohol mitiga. De modo que sin esperar a instalarse en su salón se sirve una copa; nunca faltó brandy en su dormitorio. Ella no es capaz de hacer el amor si no está borracha.
Durante once años, Dévora repitió cada noche esta escena. Caminando, en deshabillé, de su habitación a la sala malva, tintineando los hielos de su copa en la mano; y sin detenerse a dar las buenas noches a Sheyla, que tiritaba en la cama, tras la puerta cerrada, con el edredón hasta la frente y la luz encendida…Pero no de frío.
La habitación que ocupara Sheyla permanece abierta de par en par desde aquella noche. Hoy Dévora no puede pasar de largo, y se tiende en la cama de su hija. Con el vaso en la mano, y el corazón encogido en un hipo, Dévora pierde la mirada tras los visillos y las lágrimas; hasta que una voz de hombre la reclama a la sórdida realidad, se reclina, se calza y encogida de dolor abandona la estancia. Ni todo el alcohol del mundo anestesiaría su alma.
-Esta noche no, vete-. Después de forcejear un buen rato por desasirse de sus labios y de sus brazos, se entrega sin ganas, y aguarda hasta que él se duerme tras el sexo. Dévora quiere estar sola, necesita estar con Sheyla.
Sin asearse, y sin cubrirse, mete un dvd y se tiende en su sillón de piel blanca con el mando en la mano. El mismo film en los últimos seis meses. Lo protagoniza su hija, en sus días de celebración y conmemorativos, entre un día de vida y once años. Hasta a ella le extraña y le avergüenza, pero Dévora, no sale en esta película, ni de actriz secundaria, ni siquiera de extra. No asistió a ninguna grabación…Estuvo muy ocupada atendiendo su propio negocio vital, del que Sheyla fue excluida, todos esos años.
Nunca le faltó de nada, se repite Dévora, en un último intento fallido de exculparse. ¡No recordaba que fuera tan bonita!. Se sirve otra copa, y otra…mientras las risas de Sheyla, y también sus llantos llenan la atmósfera; y Dévora siente como la voz de su hija se mezcla con el oxígeno en sus inspiraciones, y ataca sus tímpanos, reclamando cariño.
Está muy bebida. En un delirio, Dévora siente a su hija en sus entrañas y quiere atraparla eternamente. Sólo hay una forma, una única forma, repite en voz alta mientras vierte el contenido íntegro del frasco de somníferos en su boca; y con un trago de alcohol consigue vencer a su garganta.
La cinta llega a su fin, al tiempo que Dévora cruza al otro lado. La última escena queda detenida en la pantalla, junto con la voz de Sheyla, que desde el audio clama:
No es fácil ser hija de una actriz…
*Este relato es FICCIÓN y así debe entenderse.
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