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Mi pecado ha sido la no militancia. La más absoluta medida equidistancia. Este es el peor de los pecados, pues mientras la mayoría de los carnales se mueven en un aura clandestina, el mío se aprecia a plena luz del día. Ponerle matices a un discurso político es un trabajo de alto riesgo.
No se entiende calmar las aguas cuando vienen desbordadas. En un país de bandos, donde el «Duelo a Garrotazos» de Goya, nos explica mejor que nuestras propias madres.
Se premia la militancia y se castiga la evolución, cambiar de posición a través de lecturas y experiencias es difícilmente comprensible.
Estiba desde la política a un equipo de fútbol. No ver penalti donde otros ven un crimen de lesa humanidad te convierte en un sospechoso habitual. Como todo pecado tiene su penitencia, he envidiado el ponerse la camiseta, entrar a formar parte de la tribu o el sabor de un gol cuando es de los tuyos. El llegar con el pecho henchido a la oficina o encender el ordenador con la cabeza gacha, pensando que el fin de semana que viene sí, que vendrán tiempos mejores.
Acerca del autor
Escrito por: Carlos Gómez Puebla (@carlosgompu)
Graduado en Economía por la Universidad de Cantabria. He publicado artículos en medios como Neupic, Politicahora o Libertario. También he participado en la Antología de Playa de Ákaba «Mensajes en una botella» . Escritor incansable, siempre buscando historias que contar.
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Muy actual. Enhorabuena por el relato.