Tiempo estimado de lectura: 4 min.
Abir mirará asustada a Amir por última vez.
Una pelota será perseguida por dos niñas mientras ríen. Un grupo de niños pasearán en bicicleta por la calle. Malak seguirá caminando calle abajo en busca de alguien a quien nunca encontrará. Dos mujeres entonarán una oración en honor y en recuerdo de esa familia de la que solo queda una foto cubierta de polvo.
Hace mucho tiempo que no veo a Amir. Pero no ha cambiado nada. Bueno, sí, está un poco más alto. Su sonrisa sigue siendo igual de bonita.
El cielo será de un azul inmenso. Ninguna nube interrumpirá este soleado día. Las casas se habrán quedado vacías porque todos habrán salido afuera. Para reír, gritar de alegría porque vuelven a estar juntos. Algunos no habrán podido salir, como la señora Jalila y el señor Nadir. Todavía podrá verse los escombros de lo que fue su hogar. Habrá una pared que seguirá en pie. En la pared habrá un cuadro con una foto. Bajo el denso polvo, podrá verse en la foto a la señora Jalila con su pequeño Zaid.
El silbido se hace tan fuerte que me aparto de Amir, para decirle a Nassim que deje de silbar.
Se escucharán risas, conversaciones de todo tipo. Sobre todo, se preguntarán unos a otros qué tal están. Habrá pasado mucho tiempo sin verse. Un abrazo. Algún beso. Un niño silbará una bonita canción montado en su bicicleta. Será Nassim, que estará muy contento porque llevaba mucho tiempo sin poder montar en su bici. De vez en cuando, todavía habrá algunos que mirarán al cielo disimuladamente. Se estremecerán pensando que todo eso no es más que un sueño y que la guerra aún no habrá acabado. Que seguirán cayendo bombas, que seguirán destruyendo sus hogares, que se llevarán a sus hijos.
Amir me pregunta si lo he extrañado. Oh, mi Amir. Todos los días he pensado en ti. En tus ojos, en tu sonrisa.
Me entrega algo que traía escondido en el bolsillo de la chaqueta. Dice que lo ha escrito para mí. Nassim pasa por nuestro lado en su bicicleta silbando una canción. Es un cuaderno forrado de hojas secas, todas las páginas están escritas con la letra de Amir. Le doy un enorme abrazo. No quiero soltarlo. Nunca más.
Malak no sonreirá como los demás. Sus ojos se moverán de un lado a otro sin pestañear. Gritará un nombre. Un nombre que todos conocen. Pero nadie contestará. Todos sabrán que su hijo murió aquella tarde y por eso no pudo regresar cuando fue a buscar pan. Ella también lo sabrá. Pero seguirá gritando su nombre. Aunque nadie conteste. Siguirá gritándolo sin parar.
Me gusta que Amir me acaricie la cara, sus cuatro dedos son muy suaves. Me imagino que el dedo que le falta también recorre mi cara junto con los demás.
Su cara es muy bonita. Tiene unos labios muy grandes que se mueven sin parar. No lo escucho, pero estoy segura de que me está contando algo que ha leído en algún libro. Y sus ojos son muy oscuros, como la noche. Pero no dan miedo. Cuando sonríe, su cicatriz se queda más pequeña, oculta bajo las pequeñas arrugas que su cara dibuja. Cuando está enfadado, yo simulo que su cicatriz es otra cosa, como un pájaro. Entonces, cojo un rotulador negro y dibujo con mucho cuidado el cuerpo del pájaro. Le dibujo una ala rota. Me pregunta por qué. Le digo que cuando falta algo, las cosas son más bonitas. Consigo que se ría. El pájaro se arruga.
Nassim saltará de su bicicleta. Se quedará mudo. Su bonita canción habrá desaparecido de sus labios. Mirará a Amir y a Abir que le gritará que deje de silbar. El silbido se hará tan grande que Nassim tendrá que taparse los oídos de lo mucho que le dolerán.
Celebramos un día muy importante. Los mayores dicen que por fin somos libres. Por eso podemos salir a la calle, podemos comer todos los vecinos juntos. Amir y yo podemos abrazarnos después de tanto tiempo. Jugaremos a volar cometas como si fueran pájaros.
Los silbidos no pararán.
Aunque ya no importará.
Nadie podrá escucharlos.
Solo la pequeña Abir pestañeará un poco, sacando fuerzas de su interior para poder abrir los ojos, pero no podrá.
Pensará en Amir, en sus oscuros ojos, en sus grandes labios, en su cicatriz en forma de pájaro, en sus cuatro dedos…
Acerca del autor
Escrito por: María José Robles Pérez (@marijoseeh)
En Espacio Ulises cuento ya con varios relatos cortos publicados como:
– “Las cenizas de una peonía”
– “Bajo el mar”
– “Anaan”
– «¡Corre enanito, corre!»
– «El pilar de la vida»
– «Mentira, mentira»
– «Uno, dos, tres, cuatro…»
– «Gracias»
– «Mi Ángel»
– «La muñeca del vestido azul».
– «El mantero que soñaba con mantas de colores».
Además, también tengo la suerte de que haya publicado un microrrelato llamado “¡Vamos pajarito!”, una carta dedicada a Virginia Woolf “Te devolverán las olas a mí” y otra carta que Aanisa le dedicó a Obama, llamada «El amor salvará vidas».
Ediciones Hades publicó un libro de relatos cortos, dentro de los cuales se encuentra “Los restos” de mi autoría, además de mi primer libro llamado “Perdónanos”.
Como siempre, te invitamos a que nos dejes tus opiniones y comentarios sobre este relato en el formulario que aparece más abajo.
Además, si te ha gustado, por favor, compártelo en redes sociales. Gracias.
Y si te quedas con ganas de leer más, puedes entrar a nuestra librería online
Escalofriante.
Como juegas con el tiempo y los recuerdos de alguien que ya no recuerda.
Muy breve, pero extremadamente intenso.
Igual de «bello» que tu anterior relato publicado aquí, titulado ‘El mantero que soñaba con mantas de colores’.
Enhorabuena a la autora.