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Por el cuello subido del abrigo de astracán, asoma la mejilla tierna y colorada del frío pirenaico…das pasos sin orientación, totalmente extraviada, manchando la nieve albina. Los árboles voltean venteados por el hálito de las intemperies. Igual que cimbrea la ilusión en tu ser, debilitada y lejana. Palpitan las embestidas de la niebla rociada y densa…La naturaleza frente al hombre (en este caso, mujer)
Manos enfundadas, guantes empapados, nudillos ensangrentados.
Lago helado sin pájaros, sin cisnes…el sol escondió su dorado y la luna platea el escenario…pero tú no ves el paisaje idílico. Te asaltan reflexiones nocivas, confusión y estremecimientos de vértigo. Caminas despacio con temor a quedar sepultada, no conoces el terreno, hace demasiados años que nadie llega hasta esta parte de la cordillera ¿Habrá algún antiguo sendero? Seguro que sí, pero tú los desconoces, así que vas con tiento. Miras alrededor y captas la desolación. Querías huir de la civilización que te maltrató, pero ahora no puedes hallar el refugio, una choza hecha de troncos, donde habitas desde hace unas semanas. Una mañana, un impresionante alud la veló de tu visión…desde aquel instante, yerras sin rumbo. En la bolsa que cuelga de tu hombro, hay frutos secos y chocolate para las largas excursiones, una linterna casi gastada, una navaja, un mechero y el libro “Ángeles de desolación” de Jack Kerouac…Él también estuvo “asilado” en las altas montañas allá en los picos de Hozomeen en Washington, Estados Unidos.
En el camino (otra novela de Kerouac, la biblia de la Beat generation) por el camino se ha preocupado de ir recogiendo ramas que asomaban de arbustos que no había llegado a cubrir la nieve.
Congelada, cansada y entumecida en la noche que ya se avecina, te quitas los guantes mojados, meditando para ti misma, que es peor el remedio que la enfermedad…
Corresponde hacer una hoguera urgentemente, para calentarse y tal vez, con mucha suerte alguien pudiera ver las llamas o el humo que desprende el fuego. Aunque las nubes bajas, empeoraban las condiciones y también tu ánimo.
Casi no sientes los dedos de los pies, en realidad no notas los pies. No estás al tanto del ardiente frío, tus manos van tornándose violáceas…no puedes perder más tiempo en elucubraciones, te inclinas y con dificultad y ayuda de la navaja, vas despejando la nieve hasta que encuentras tierra, hierba y piedra…Claro, claro que está húmeda, pero no tienes elección…haces un circulo, colocas las piedras más grandes que encuentras y cómo puedes, formas una pira con la leña (húmeda) que vas arrastrando, arrancas hojas de la novela de Jack, disculpándote mentalmente y arrugándolas las colocas bajo las ramas… ¡no, no, no! esto no es una historia de Jack London y su supervivencia extrema en “Amor a la vida”.
Aquí aunque le cuesta un montón, sí que se enciende el mechero y el papel letrado y por fin la madera prende del mismo modo.
Renaces en torno a la lumbre…comienzas a percibir tus miembros, y oyes el ruido de la salvación…Un helicóptero sobrevuela el cielo y tu cabeza, y no se te ocurre otra cosa que sollozar, gritar y besar la nieve…y agradecer el azar indulgente de la tierra.
Acerca del autor
Escrito por: Kim Bertran Canut
Socio de ASEJE (Asociación de jóvenes escritores de habla hispana) en cuya revista “Caminos”, publica “El chico del piso de arriba”.
Participa en los recitales del centro altruista de Adriana Ferrán “Al embrujo de Cal.liope” en la Cova del Drac y en el Piano Bar.
En 1996 funda con otros amigos: La Asociación de difusión Cultural, “Catarsis”, revista literaria Iberoamericana (e Internacional)…ésta ve el fin de sus días en el 2003.
En 1993 publica la novela corta “Imaginación Atrapada”, escrita en 1989.
Sale la 2ª Novela “El reflejo de los sueños en lunas rotas (Perdido en la eterna oportunidad)”. (2002)
Inscrito en la RED MUNDIAL DE ESCRITORES EN ESPAÑOL: R E M E S
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