Una vez más pasean juntos por los bancales que recorren venosos la Vega Media, y como de costumbre los frutales les alimentan con su aroma, el reflejo de los exiguos rayos de Sol dibujan amarillos y anaranjados sus ojos cansados, ojos extenuados después de otra dura jornada de trabajo subiendo y bajando del perigallo, los hombros cargados y la espalda castigada de cargar y volcar incesantes los capazos de fruta en el remolque del tractor. El atardecer extingue el fuego abrasador que ha castigado con fuerza la jornada nuevamente, al echar andar de vuelta se cruzan con infinidad de huertanos todo el camino, unos son familia, y otros vecinos de toda la vida, son gentes sencillas que lo comparten todo, que se ayudan en la necesidad, cuando uno tiene albaricoques o melocotones los tienen todos, y quien tiene mano elaborando los convierte en un dulce manjar para untar los desayunos del vecindario. Y a pesar de la losa del “fiao” las fiestas son por todo lo alto, pero eso sí, con más ruido que nueces, ¡qué felices fueron esos tiempos! ¡qué libres! ¡qué poco temerosos eran! pero qué lejos quedan esos años.
Los dos, paradójicamente y sin saberlo el uno del otro, les ocurre lo mismo, es al echar la vista atrás, que la memoria les devuelve imágenes en color, en el color de la alegría a diferencia de hoy en día, donde el bancal heredado lo reconvirtió la suerte del trabajo y el esfuerzo en un vergel de fortuna, una inmensa fortuna pintada en blanco y negro, un tesoro envidiado por la mayoría, pero que a ellos les robo la valentía, les hurto el coraje de la pareja de adolescentes, todo se convirtió en miedos, en desconfianza, en desasosiego.
Los paseos juntos hace años que no suceden, y la inmensa familia que les rodeaba también ha empequeñecido, la misma familia, que ahora la filtran en los aros concéntricos de esclava apariencia, donde se sitúan a los diferentes miembros en círculos más o menos próximos, cada uno tiene su alojamiento en la constelación del «éxito» en una posición que depende de los serviles que sean unos, de la confianza que les produzcan otros, o de la facha que tengan algunos ante las nuevas amistades con las que hay que codearse entre fiestas, y eventos en el mundo en blanco y negro, en el mundo colmado de pobre riqueza.
El pavor recorre la conciencia resistente a ser engañada, y es que desde el fondo del alma, de aquellas almas aún no olvidadas definitivamente, almas jóvenes, alegres las almas que caminaban juntas en multitud. Ese pesar en la conciencia se traduce en buscar siempre el parabién divino, a buscar el perdón de sus actos, la dispensa de un ser superior, y el exceso descomedido de fervor cala en ellos con un nuevo error, utilizan parte de la infeliz fortuna en hipocresía social y religiosa, es entre mantos de terciopelo que se vuelven olvidar de la lozana pubertad. Les persigue triste el olvido, consciente amnesia ante la realidad. Y esta, no puede ser otra, que, si de verdad existe Dios, este está siempre para todos y cada uno de los seres humanos, con todas las almas, tanto para las que pasean por el bancal soñando, y compartiendo un puñado de albaricoques, como por las que disfrutan del éxito terrenal.
Escrito por: Jordi Rosiñol Lorenzo
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