Hay quien nace con un remolino en el flequillo y esto ha de marcar su sino de por vida. El gesto de retirarlo de la cara cuando está crecido, el tipo de corte de pelo y la colocación de la raya o el hecho de eliminarla, seguirá inevitablemente los designios marcados por el intransigente remolino. Pocas cosas hay en el físico de una persona que permanezcan obstinadamente en el tiempo a pesar de los cambios de modas y de la madurez del individuo y que doten de tanta impronta a su poseedor como un remolino.
Nunca veremos a dicho personaje que aparezca un día con un nuevo corte de raya en medio y dos mechones lacios cayendo a ambos lados de la cara, por muy impuesto por la moda que esté. Y no le escucharemos decir: «he ido a mi peluquero y me ha recomendado un cambio de imagen, así que me he desprendido del remolino» como si de un infantil flequillo se tratara. El giro levógiro o dextrógiro del mechón será inherente a la personalidad del sujeto hasta que terminen sus días o le sorprenda una traicionera alopecia.
Y siendo consecuente con su marcada tendencia, modulará el discurso ante sus amistades y colegas, jactándose de la inevitabilidad de su posición y su razón, justificada por el imperativo de un mechón de pelo indómito e indomable. Qué se le va a hacer. No se puede cambiar así como así a una persona y su coyuntura. De este modo se posicionará en la sociedad y en la profesión y defenderá los principios de forma vehemente por el mor de un mechón.
Sus acciones, aunque aparezcan injustificables a los ojos de sus vecinos, merecerán la explicación de la inherencia de su condición capilar. Y así encaminará sus pasos y su futuro, con la seguridad de un aval de nacimiento que le justificará de por vida. Y sintiéndose tan seguro y enardecido por la elegancia de la creencia, expandirá sus razones manipulando poco a poco a los que le rodean y, con el tiempo, a toda la población, consiguiendo que le imiten y coloquen del mismo modo sus flequillos aunque los tengan que engominar para conseguir el efecto contranatural requerido.
Un día tomarán consciencia de lo que une una característica tan similar y lo felices que se sienten formando parte de un grupo, de una tribu, con marca distintiva de pertenencia y comenzarán a distinguirse y a distanciarse de los que no son portadores de tan meritorio baluarte. Y ay entonces de aquellos que sean diferentes o se encuentren en el otro lado de la moda, porque serán el objeto de las iras y del desprecio y serán considerados inferiores y despreciables.
Y solo por mor de un tozudo remolino indisciplinado e inamovible.
Escrito por: Luisa Gil
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Me ha encantado este relato, en forma de monólogo, donde su autora parodia la actitud de ciertos personajes y personas, quienes por única arte y disculpa de su idiosincrasia defienden a matar sus convicciones, sin haberse tomado la molestia de indagar en histórico y razones para amarlas por objetivo merecimiento antes de declararlas suyas.
Según avanza en su humorística exposición la pluma de Luisa Gil adquiere rasgos satíricos, invitando al lector a unir su subjetiva reflexión a esta crítica moralizante que ella ha iniciado.
Gracias Josefina, me alegro de que te guste. Lo escribí al estilo de las antiguas columnas periodísticas.