A mi tío se lo llevaron en julio del 36 y por esos días cogieron también a muchos del pueblo, algunos amigos suyos, y allá con ellos que se iban, por donde el abrevadero, subiendo el monte hacia los bosques de caza. Le fueron bien temprano, si apenas había amanecido que ya estaban aporreando la puerta hasta hacernos despertar a mi tía y a mí, y el perro ladrando ansioso desde el corral. Me levanté todo lo rápido que pude, con mucho miedo porque la cosa parecía grave, pero yo poco sabía de a qué venían tan pronto, ¿y todos así de nerviosos? Eso no podía ser bueno, entonces aún era chiquillo. Al tío ni le avisaron de que le irían a recoger a la mañana, pero él les estuvo esperando toda la noche bien despierto, y mi tía, la Paca, hacía como que dormía pero también despierta porque vendrían en poco, ¿duermes, Paca? Ni le respondió y él ya sabía que no, que cómo iba a dormir. Y mi tío, vendrán hoy, en cuanto amanezca, y así llevaba una semana diciéndolo y sin pegar ojo hasta que por fin le fueron a buscar, que era más dura la espera que el momento en que viniesen.
El pobre no era mucha cosa, estaba viejo de trabajar toda su vida en el campo, era hombre de boina y cigarrillos, de los que hablan con boca torcida y salivilla blanca en el labio, era de jugar la partida por las tardes y con los de siempre. Así que poco daño pudo hacer mi tío, si en la guerra ni estaba por vejestorio y enclenque, pero él se metió en cosas de política, para con los del pueblo solamente, cuando la república. Y si era tan poca cosa mi tío por qué se lo llevaron, que ni defenderse podía, aunque tan pronto estuvieron allí les dijo que cuánto habían tardado, ya estaba impaciente, y reía, pero a la Paca poca gracia, que no era motivo de risas, ella más bien lloraba con ganas y les gritaba a esos dos uniformados; el perro seguía ladrando y yo algo entendía. Marcharon con él agarrándole de ambos brazos como si no pudiese andar solo, que esos montes ya se los había recorrido cien veces y sin percances, podéis soltarme, pero ellos ni caso, como si no existiese, como cargando un cuerpo al que ya poca vida. Pese a todo, mi tío llevaba la cabeza bien alta y cuando pasaron por donde el ayuntamiento miró al pajarraco, le maldijo y ¡ay mi querida tricolor! Buena paliza le dieron que hasta el perro salió en su ayuda y yo tras él, con los gritos de mi tía la Paca, ya basta con que se lleven a uno, no vayas tú también, pero en carrera a por el chucho y a por esos guardias abusones. La patada se la llevó el animal, a mí solo advertencia, si vienes te hacemos lo que a este, eso el del bigote y cara seria, el otro parecía más avergonzado, que solo me pidió que me fuera, y agarré al perro vuelta a casa porque los ojos del tío decían que era mejor hacerles caso, si todavía era un crío.
Tantas veces los vi subir por donde el abrevadero y monte arriba, cada día arrastrando a uno del pueblo que poco habría hecho, no más decir lo que pensaba cuando aún teníamos libertad; aquella mañana le tocó a mi tío, un hombre bueno, y yo lo vi con el chucho en brazos alejarse por la calle larga, sin fuerzas de lo dolorido que lo dejaron, pero ahí estaba, guardando la compostura para que no lo vieran rendido, eso nunca. Al poco los perdí de vista entre pinos y alcornoques, allí escondidos por la arboleda no necesitaron ir muy lejos para pegar el tiro y asustar al tuso con el estallido del disparo que se escuchó como eco sobre el silencio del pueblo; así saltó de mis brazos a toda prisa para donde fueron ellos y yo habría salido tras él si mi tía no me hubiera cogido del brazo, déjalo cariño, ya volverá, y yo, pero lo matarán, y mi tía, que no te maten a ti también. Lo dejé correr en busca de su dueño y en diez minutos otro tiro, aunque este al aire o con poca certeza porque no tardó mucho en volver con nosotros. La lengua fuera y el morro ensangrentado de tanto lamer la herida del muerto, del pobre de mi tío.
Escrito por: Hector Montón
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Un estilo claro y sólido y un excelente relato. ¡Enhorabuena!
Natural, realista, comprometido y muy humano; con gran corazón. De personas buenas, magníficos personajes. Son los ojos del niño y su voz, los que narran y describen. A seguir en ello…
Me gusta cómo nos introduces poco a poco en la historia, hasta el punto de formar parte de ella; y cómo nos llegas con tu sensibilidad. Mis felicitaciones. Sigue hacia adelante, para atrás ni para tomar impulso.