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Quisiera ser pequeña, mínima, ínfima…casi una célula en mitad de la noche.
Que no pudieras verme ni tan siquiera intuirme. Dejar de existir por un instante, y sentirme como si fuera nada. Vacía, vana, etérea. Haría cosas diabólicas, como explorar tus secretos, tus agujeros prohibidos, que proteges como un soldado en una absurda guerra de manos. O introducirme en tu seso, y descubrir tus deseos, esos que callas, que evitas, que debilitas.
Conquistaría nuestra cama de parte a parte. Primero una esquina y después la otra, hasta conocer la extensa llanura del tálamo desde su esencia. Exploraría cada centímetro de tierra conquistada por nuestro amor en llamas y así, cuando te tumbaras en ella, sabría desde qué atalaya atacarte. Empezaría por mirarte desde mi posición, mi vista tal vez no alcanzaría tan vasto objetivo, pero al menos haría un cálculo de mis posibilidades. Parecerías un gigante, vulnerable y tonto, con todas las murallas abiertas y en reposo.
Escalaría una pierna, pelo a pelo, hasta llegar al montículo de tu rodilla. Descendería por tu pantorrilla asiéndome a tu piel cuarteada y morena. Intentaría orientarme por el mapa que dibujan tus pecas, las conozco una a una, las he tocado, las he contado, en otro tiempo y buscaría tus recovecos para guarecerme cuando despiertes.
Te olería desde una distancia corta, tan corta que tendría que hacerlo de rato en rato, para no embriagarme, para no envenenarme de tu perfume de hombre, tan intenso, tan lleno. Tan cruel.
Y cuando me hubiera aburrido de vivir en la isla de tu cuerpo hermoso y masculino, yermo e inhóspito, me introduciría en tus calzoncillos. Intentaría asirme a tus pelos rizados, rebeldes y traviesos, para no caerme en el abismo del suelo.
Y entonces, sería parte de ti. Anidaría en tu bragueta espiando tu vida. Cogiéndome al mástil viril para encarrilar tus deseos. Estropearía tus actos eróticos e impunes para dejarte en evidencia ante las mujeres.
Entonces, cuando el sueño se apoderara de ti, viajaría hasta tu oreja, como un Marco Polo empecinado, y gritaría con mi voz casi inaudible, de mosquito enamorado, que te quiero, que siempre te quise. Que no hay elección posible para mí. Que aunque he sacrificado mi vida a este estúpido juego de nimiedades, eres y serás siempre una isla intransitable. Mi patria, mi tierra.
Photo by Quentin Keller on Unsplash
Acerca del autor
Escrito por: Camino Díaz Bello (@caminodiazbell1)
He publicado dos novelas, Hijas de Lilith y No pronunciarás el nombre de dios en vano. Escribo también poesía, relato, algunos de los cuales han sido publicados. Participo en actividades de culturales recitando poesía con música. Estudié Filología Hispánica en la facultad de Filosofía y letras de Zaragoza.
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me ha encantado, me ha dejado con ganas de más, una descripción muy bonita del amor, muy sensual