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Las bombas están cayendo en el exterior. Dentro de su despacho se encuentra el periodista, joven, recién licenciado y con las ideas a flor de piel. Con un impulso propio de potro que le bombea el corazón de forma salvaje, está frente a su máquina de escribir, pensando palabra por palabra, párrafo a párrafo, lo que quiere mostrar al mundo. Pero no tiene las cosas claras. No sabe, y es algo que le está martilleando por dentro, no sabe que hacer verdaderamente, ya que la agencia para la que trabaja le tiene impuestas unas normas. -Si quieres trabajar con nosotros, deben cumplir el reglamento de todo buen empleado- Estas palabras fueron las que le dijo su jefe nada más entrar a trabajar. Esta guerra le ha pillado de improviso, sabe que su familia está siendo perseguida por aquellos que están tirando las bombas, pero esos mismos son los que tienen como aliados, como voceras de sus actos mas ruines a sus jefes de sección.
Este joven está jugando con una lápiz entre sus dedos, mira una y otra vez las teclas de su máquina de escribir, cada bomba retumba en su despacho, haciendo que los libros que tiene apilados encima de una pequeña mesa, terminen cayendo al suelo. La luz de la pequeña bombilla que cuelga del techo, ha tintineado, como un aviso de que lo que vaya escribir, perjudicará o no a su futuro. El aprendió en la facultad a decir la verdad, a mostrar al mundo lo que pasa, sin vasallajes de ningún tipo, periodismo libre, pero está viendo que no es así. Volver a pensar en su familia le hace tomar la decisión más difícil de su vida, pero como un resorte, saca del cajón un revolver del calibre 32, lo único que tiene a mano para defenderse, baja las escaleras que conducen a la calle. El sonido de las bombas es cada vez más ensordecedor, bajando a trompicones, con el revolver metido en su cinturón. Una vez pisa el exterior, el paisaje que se encuentra es verdaderamente desolador. Coches ardiendo. Las estatuas que habían por allí, donde antes se levantaba un paseo lleno de arte clásico, se encuentran en el suelo hechas pedazos. Cadáveres esparcidos por el suelo, desgarrados por la bombas. Decidido se planta detrás de un gran pilar que hay a unos metros de la puerta del edificio donde ha salido. Ve llegar a un grupo de insurrectos militares, aquellos que se han levantado en armas contra la libertad, saca el revolver de su cinturón y apuntando al grupo que ve acercarse, empieza a disparar, lleva los bolsillos llenos de balas, para ir cargando sobre la marcha, hasta que no le quede nada y tenga que tirar mano de las piedras y palos que encuentre por allí. Los insurrectos se dispersan, se ponen a cubierto donde pueden, unos detrás de unas enormes piedras, otros, detrás de unos cadáveres que van amontonando mientras no dejan de apuntar como pueden y disparan.
Ahora se acaba de imponer la justicia frente a lo establecido, frente a la burocracia que tapa la verdad. Este joven periodista sigue disparando, ve caer a un soldado muerto, le ha disparado y la bala le ha penetrado en la frente, cae instantáneo, otro es mal herido en el vientre. Aquel acto de rebeldía es cortado de golpe. Este joven periodista es herido de muerte por la bala de uno de aquellos soldados, le ha atravesado el corazón. Cayendo, con la mirada puesta en aquel cielo gris, con los aviones sobrevolando la zona, mientras se le escapa la vida. Una vida joven que ha terminado sus días, por defender la auténtica libertad. La de la prensa libre.
Acerca del autor
Escrito por: Carlos Cervera López (@CarlosCL)
Escritor de relatos
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