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Me crié rodeada de cariño, salvaje y callejera, libre y feliz, pero el tiempo y la miseria de la vida me han desgarrado el corazón.
Tenía un buen esqueleto, pero ahora la carne se aloja mal encima de mis huesos, demasiados líos interiores, demasiadas pérdidas, demasiadas ausencias.
La nariz, que era fina, ahora se encuentra enjuta y aguileña como la del abuelito.
Mis piernas, envidia de los más curtidos vientos de montaña, flexibles como las cañas ribereñas del Guadalquivir, ahora flaquean y no se entienden entre ellas, están en rebeldía, como mi alma.
Mi cabeza es una algarabía de pájaros, mítines internos y externos sin horario, que me proporcionan una falsa arrogancia de lo que me queda,… nada.
Y en un intento de parecer digna, estoy a punto de dejarme llevar por las ofensas de la vida y doblegarme al fin ante ella, arrodillarme para siempre, ¿qué puedo perder?
Quizás este último gesto, este acto de vasallaje, me salvará de la angustia que penetra en mi cuerpo delgado, y siempre hambriento de protagonismo y de fama, y venceré el sonrojo que siento al mostrarme tal como ahora soy.
Photo by Christian Langballe on Unsplash
Acerca del autor
Escrito por: Nita Sáenz Higueras
Profesora de primaria y secundaria. Traductora y correctora (lingüista) en la UOC. Licenciada en Filología y diplomada en Magisterio y Germánicas. Escritora y poeta aficionada.
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