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Es de noche y Raquel está apunto de cenar. Al vivir ella sola, no tiene mayor complicación. Un filete y poco mas. Es un mujer que se cuida bastante. A llevado a la mesa un vaso y una botella de vidrio con agua. El televisor está encendido, a esas horas están emitiendo un programa que ella no parece entusiasmarle, pero así por lo menos, no se siente del todo sola. Raquel es un mujer joven, trabaja como directiva de una empresa multinacional. Espera en breve, poder trasladarse al apartamento donde vive, por poco tiempo, su ex. Cuando se sienta en la mesa para cenar, no ha llegado a meterse el primer trozo de carne en la boca, cuando llaman al timbre de la puerta. Se levanta -¿Quien será a estas horas?- Se dirige decidida y un tanto curiosa. Sabía de sobra que no tenía que recibir visitas esa noche. El timbre seguía sonando insistentemente. Raquel, mira por la mirilla. Ve que es Carlos. Sabe de sobra que no es ningún tipo violento. Su ruptura matrimonial fue debido, eso si. A sus escarceos con otra mujer. Abre la puerta y se encuentra a Carlos demasiado agitado. Parece que quiere contarle algo. -Sabes de sobra que mi abogado dijo que no debíamos vernos- Raquel se quedó quieta frente a el, esperando una respuesta. Carlos toma aire, da la impresión que ha corrido una maratón. -Ya lo se, lo que ocurre es que me ha pasado una cosa y necesito contártela. No me gustaría hacerlo aquí en el rellano. ¿Me dejas pasar, por favor? – Raque se aparta a un lado y es cuando Carlos pasa adentro de la casa. Raque le indica que pase al comedor. Carlos se sienta en el sillón. Por un segundos, recuerda los años en los que estuvieron casado, cuando eran felices. Pero su obsesión por mantener relaciones fuera del matrimonia, era lo que les llevo a esta situación. -Te veo demasiado agitado. Ahora voy a la cocina y te hago una tila y ya me cuentas lo que te pasa – Carlos no le contestó, solamente, asintió con la cabeza. Por unos minutos, se vio sólo en aquel salón. La televisión seguía en marcha. Aquella voz volvió a salir de nuevo. Dándole un orden rotunda. -¡Matala! ¡Ella nunca te ha querido! Carlos cerró los ojos, esperando a que aquello desapareciese, no quería que su ex mujer se asustase. Sabía que aquello que le estaba pasando era una locura. Raquel aparece con el vaso de tila en la mano. Cuando se lo ofrece a Carlos, este coge el vaso y empieza a dar pequeños sorbos mientras va soplando. -Ahora quiero que me cuentes lo que te ha pasado- Raquel se muestra en tono maternal prácticamente. Carlos se muestra mas calmado y decide hablar. -Creo que he hecho una locura. Creo que la he matado- Raquel empieza a sentir como un escalofrío recorre su columna. La expresión de sorpresa en su rostro es mas que evidente -¿Como? ¿Que es hecho?- Carlos en ese momento se derrumba. -Cuando me llamó tu abogado para decirme que tenía que abandonar el apartamento, cosa que ya sabía pero no imaginaba que fuese tan rápido todo. Me llené de ira y caminando me fui a un bar a beber, sólo tengo secuencias en mi cabeza. Al día siguiente me desperté con este tatuaje- Carlos se entre abrió la camisa y le enseñó a Raquel, el tatuaje. La tinta parecía que había cobrado mayor color. Raquel quería saber mas y le seguía preguntando, seguía insistiendo. Al final, Carlos le dijo que era a la vecina que se encuentra enfrente. Su gesto cambió y solamente le salieron palabras de reproche por el desliz amoroso que tuvo el con ella. En ese momento, Carlos, de forma brusca, se encendió. -¡Ya está de nuevo con esa mierda! – Ella se levantó y poniéndose delante de el, le señaló la puerta de la calle. -Vete de aquí, ya sabía yo, que no era buena idea eso de dejarte pasar, he sido muy tonta- La voz empezó de nuevo, esta vez de un modo verdaderamente insistente. -¡Matala, matala, matala!- Todo ello mientras veía el rostro de su ex mujer lleno de rencor, pero sin escucharla hablar, sólo la oía de fondo. Era la voz. La voz de la otra Raquel, la que está marcada a fuego en su pecho, la que le daba la orden. Fue a ella a la que finalmente obedeció. Bastó un puñetazo para que ella, al caer al suelo, se golpease con el canto de la mesa y se desnucara. Carlos quedó frente ella. De repente se hizo el silencio, la voz ya no seguía hablándole. Entró en pánico y salió a la calle. Sabe que cerca de allí está el puerto, que lo que busca es escapar. En la calle se respira una cierta tranquilidad. El, a paso ligero se dirige hacia el puerto. Por allí todavía no hay ningún barco. Espera que mañana, la suerte se ponga de su parte. Descubre que hay unas casas pequeñas, son trasteros donde se guarda material de pesca. Carlos decide pasar allí la noche. Termina quedándose dormido. Cuando se despierta ya es de día. El sonido de las gaviotas le ha hecho recordar donde estaba. Carlos sale al exterior. Donde se encuentra ahora mismo, todo está como ayer. Salvo que a unos metros hay un gran buque. Cuando se acerca ve que hay unos cuantos operarios por fuera, está revisando el casco. Carlos está buscando al responsable. Quiere poder viajar, sino de está forma. Colándose sin ser visto. No tiene tiempo de seguir pensando. En ese momento aparece dos coches de la policía. Le han terminado localizando. Al parecer, su querida vecina sobrevivió y fue cuestión de horas y de indagaciones. Carlos se acaba de ver reducido y esposado. -Ahora lo has conseguido- La voz volvió a escucharla en la sala de interrogatorios. Carlos se encuentra solo, el comisario a salido un momento. -Tú y yo, juntos para siempre. Pero te pido que no hables muy alto, ellos no te van a creer, pero yo si. El rostro de Carlos había cambiado. Lo sucedido le hizo admitir su “locura” No vale ninguna explicación, nada resulta creíble. TRES AÑOS DESPUÉS: Ha pasado el tiempo y aquella voz a dejado Carlos de escucharla, gracias a la enorme cantidad de pastillas que le están suministrando. Está encerrado en un psiquiátrico, en un pequeño pueblo. Se dedica a hacer actividades en grupo, como cultivar en un pequeño huerto o asistir a unas clases de pintura. Su vida ya no ha vuelto a ser la misma, desde que una noche de rabia y borrachera, decidió marcar su futuro, aunque el en ese momento no lo supo, a fuego.
Acerca del autor
Escrito por: Carlos Cervera López (@CarlosCerveraL)
Escritor de relatos.
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