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Volvió a mirar aquella foto. Cada Navidad, se repetía el mismo protocolo. Pero esta vez, fue distinto. Posaron juntos para no enfadar al abuelo, que seguía creyendo, que su insigne familia era un ejemplo de honestidad y honra. Al morir la abuela, el hombre se había sumido en un profundo olvido. El deterioro de sus capacidades físicas y mentales, se hacía cada vez más patente. Pero su presencia seguía imponiendo respeto. Su mal humor se había acentuado y parecía como si siguiera vigilándoles, como si delante de él hubiera que seguir portando con orgullo el apellido De Luna. El retrato familiar que ahora contemplaba María, fue el último que se hicieron después de que saltara el escándalo. En el semblante de todos ellos, se notaba la tirantez y el nefasto presagio. El nunca llegó a enterarse. Murió unos meses más tarde, con la certidumbre de que su imperio financiero, que venía de antaño, protegería a sus herederos de por vida, sin tener que rendir cuentas ni en el reino de los cielos, ni en la tierra.
Ahora que estaba sola, sería difícil hacer una foto familiar. A veces, anhelamos con ahínco muchas de las cosas que rechazamos cuando nos pertenecen, o mejor dicho, cuando pertenecemos a ellas. Porque ser una de las nietas de Don Pedro de Luna, te despojaba de cualquier otra identidad que no estuviera marcada y dirigida en consonancia, con lo que se suponía debía corresponder a una buena chica de clase alta. María se pasó la vida rehuyendo de aquella carga, de aquella imposición que limitaba sus deseos de abrirse al mundo que existía más allá de su opulenta y decente vida. Aquello le valió una inmerecida fama de albergar todo tipo de pájaros en la cabeza y el enfrentamiento con sus progenitores, que no entendían cómo una chica de su posición, podía despreciar aquel destino reservado tan solo a “los elegidos”.
Su hermana Sofía, mayor que ella, había seguido fielmente los pasos marcados para una mujer de su condición y Jaime, su hermano “el heredero” , incluso a veces la miraba con recelo y vergüenza, pues dada su responsabilidad futura, había asumido desde muy pequeño los preceptos que debían regir en su vida y familia. María no entraba en ellos. En ocasiones arremetía contra todos, tachándoles de farsantes, pues conocía muy bien aquel escaparate en el que la querían incluir y se resistía a ser un peón más, en aquel ajedrez de lujo.
Miró una vez más la imagen. No pudo contener las lágrimas, pues todo se había desvanecido y aunque renegó una y mil veces de aquello, al fin y al cabo eran su familia .Papá ya no estaba tampoco. El proceso judicial al que se iba a enfrentar por el escándalo bautizado como “La caja negra”, provocó en él un anticipado ataque al corazón, que lo fulminó sin que toda su riqueza pudiera salvarle la vida y limpiar a tiempo su expediente. La humillación y el estigma maldito caído sobre la familia, se encargó de llevarse también a mamá. La muerte y su naturaleza pútrida, puede presentarse de mil formas. La hija de Don Pedro no pudo soportar ver a su hijo en la cárcel, tratado como a un criminal, aquella que también hubiera estado reservada a su marido, de no haberle salvado de tal tormento, aquel oportuno paro cardiaco. ¡Nunca se sabe donde está la salvación!
Luisa de Luna decidió quitarse la vida una mañana de Octubre, cuando el frío trajo consigo la nostalgia y la tristeza, apuntalando aún más si cabe, la depresión en la que vivía sumida desde hacía un tiempo, haciendo la vida insoportable. Y Sofía, cuya existencia había sido siempre insulsa y estúpida , decidió marcharse del país con Jorge, su marido, ya que aquellos sucios negocios destapados de su familia política, en los que no estaba de momento imputado, habían salpicado de incertidumbre y recelo, cualquier relación comercial futura que quisiera emprender. No podría prosperar en España, si se le relacionaba continuamente con aquellos acontecimientos.
Guardó la foto. La metió en una caja que depositó junto a las demás que habían sido trasladadas a su pequeño y nuevo apartamento. La mansión familiar ,había tenido que ser mal vendida para poder afrontar las deudas generadas una vez se hizo transparente la verdadera situación de la economía familiar y pagar así las reclamaciones, que la Justicia en su inapelable resolución, les requería. En cierta manera, aquello fue una purga a esos sentimientos anidados durante tanto tiempo, desde que tenía uso de razón y podía contemplar aquella realidad ignominiosa, que vivía alejada de cualquier escenario o problema que no fuera el suyo propio y que no tuviera que ver con las fluctuaciones de la bolsa, los convites y celebraciones a los que acudían los políticos más influyentes, la vida social con las familias privilegiadas por los designios del Altísimo… en definitiva, con la sensación del poder sobre el otro, a base de talonario y prebendas. Sentimientos que ahora se veían compensados pero acompañados también de una extraña sensación de pérdida y extravío íntimo. Aquel daño causado, le había permitido por una parte, obtener la certificación de sus recriminaciones y desvelos, pero por otra ,le situaba sola frente al mundo, con un nuevo camino a recorrer, anhelado desde hacía tiempo, pero tan difuso y dudoso, que no sabía si haberse salido con la suya de alguna manera, suponía un trueque beneficioso.
Pensó en cómo celebrar este año la Navidad. Se abrían ante sí multitud de posibilidades. Podría retomar y llevar a la práctica todas aquellas ideas frustradas, por la incapacidad de revelarse ante las disposiciones familiares, que solo contemplaban el traje de etiqueta y la banalidad de un mundo tan rico como vacío. En alguna ocasión, para acallar sus demandas, la madre de María le había aconsejado participar en el Mercadillo Solidario , que ella misma y sus amigas organizaban todos los años el Día de los Inocentes y al que por supuesto, asistían todas las hijas de estas, como buenas samaritanas. Pero ella se negaba. Doña Luisa se enfurecía. No entendía el por qué de su negación, pues acudir a tal evento organizado por tan ilustres portadoras de caridad, respondía a aquel dichoso afán solidario que su hija mostraba día a día, aquella manía suya de “salvar al mundo”, cuando de todos era sabido que la disposición de cada uno en el mismo, respondía a la voluntad divina y a ellos, les había tocado la mejor parte. “Las cosas son como son y no hay que rehusar de ellas” decía. Quizá todo acabó de aquella manera por esa misma ley providencial.
María detestaba la solidaridad ejercida por su madre y sus acérrimas, que acudían en las fechas señaladas, a eventos donde exhibir sus más elevados sentimientos hacía la pobreza. Aquellos maratones de amor y hermandad para con el pobre, duraban lo que tenían que durar, no fuera que de tanto codearse con la verdadera realidad de gran parte de sus congéneres, pudiera contaminarse su prestigiosa existencia o les asaltara algún tipo de remordimiento, que les impidiera poder seguir disfrutando de una vida de lujo y prosperidad. No las juzgaba, pues era lo que habían heredado, ese sentimiento de superioridad hasta el ejercicio de una acción fraterna. La solidaridad que practicaba tradicionalmente su familia, miraba desde arriba, por el simple placer de sentirse con poder sobre el otro, la creencia caprichosa de influir en la vida de un ser humano,” ahora te doy, ahora te quito”. El futuro y bienestar de aquellas personas, dependía de su admirable voluntad , inflando más si cabe su ego endiosado, además como no, de mostrar una imagen caritativa que limpiaba cualquier bajeza moral o pecadillo, que quedaba en la trastienda. Aquel escenario, les permitía mostrarse radiantes, alimentándose de la beneficencia y alimentando a otros. Una estampa que María no podía soportar.
Finalmente la Nochebuena la pasó sola. Casi ni cenó y hasta echó de menos las fotos familiares. Sin embargo algo le impedía ponerse en contacto con sus hermanos. Era todo muy reciente. Se fue pronto a la cama, en un intento de acelerar el reloj, pensando que quizá al despertar, desaparecería aquel tremendo e insólito vacío que sentía.
A la mañana siguiente, pensó en llevar a cabo aquel plan de acudir el día de Nochevieja al albergue municipal, para ayudar así , en las tareas de organización de la cena especial que todos los años se llevaba a cabo por aquellas fechas. La realización de tal convite, respondía a la necesidad de proporcionar compañía y sobre todo dignidad, a todas aquellas personas que los avatares de la vida habían convocado, como en un extraño aquelarre, en aquel lugar donde los fantasmas de cada uno eran los únicos acompañantes y las llamas del infierno , parecieran las únicas que abrigaban. Aunque todo indicaba que la celebración no pudiera entrar en sus vidas, tenían tanto derecho o más de pegarse un buen festín y sentir el cobijo que proporciona la fiesta colectiva. A María le gustaba el anonimato que podía proporcionarle aquella labor y como a uno más de aquellos “desgraciados” también la compañía. Nunca se había atrevido a plantearlo en su casa y ahora era su oportunidad.
Tras contactar con los responsables del albergue, acudió aquella noche del 31 de Diciembre de 2017 con emociones contradictorias, pues en muchas ocasiones, los sueños materializados nos parecen irreales y una sensación de desorientación anida en nuestros sentidos, como si lo vivido fuera una farsa de la que no pudiéramos disfrutar plenamente. María se sentía un poco aturdida y desubicada, pero con la expectación e ilusión de un niño que abre bien los ojos, para que no se le escape nada. Tardó poco tiempo en sentirse uno más de aquel nuevo universo, que sentía sin embargo, extrañamente familiar.
En la cocina le presentaron a Julia y Marta , voluntarias del albergue desde hacía tiempo, y que no faltaban nunca a su cita, para la preparación de la última cena del año. Acogieron a María con una sonrisa y mucha gratitud, pues últimamente, el trabajo allí les desbordaba. En realidad la logística y organización de la misma era similar anualmente, pues tristemente el número de personas que podían asistir, estaba estipulado por razones de espacio y temas administrativos. La solidaridad por desgracia, a veces tiene las manos atadas. Su desazón y agobio, respondía en mayor medida, por el tipo de personas que acudían y las historias de vida que portaban en sus maletas, o mejor dicho, en sus fardos roídos y en sus atormentadas memorias
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En los últimos años habían visto pasar por allí de todo. Los relatos de aquella gente, además de la crudeza propia de una existencia marginada y excluida, impresionaban porque contradictoriamente, no discriminaban a nadie. Cualquiera de nosotros, podría estar viviendo tales circunstancias. Aquellos testamentos nada apócrifos, dejaban buena constancia de la sinrazón e incoherencia instalada en nuestro tiempo, la misma que dejaba en estado de aturdimiento y alucinación a los pobres desventurados, que habían sido víctimas de su incisivo ataque. Relatos fantasmagóricos, que sembraban las calles de nuestras ciudades de verdaderos muertos vivientes. Personas cuya existencia, hasta hacía poco tiempo, discurría de manera normalizada, y que la maldita crisis, ese espectro con esencia individual y colectiva, había conmocionado de tal manera, que eran incapaces de reaccionar y vivían sumidos como en una permanente pesadilla.
Una vez preparado el festejo y los comensales dispuestos a olvidar por una noche, María fue pasando por las mesas, para charlar con aquellas personas con las que en el fondo, tenía mucho en común. De la noche a la mañana, y salvando las distancias, habían desaparecido de sus vidas los sostenes y muletas en los que se habían apoyado en mayor o menor medida, con mayor o menor voluntad, con más o menos consciencia de su importancia. Familia, casa, trabajo, amistades…todo había desaparecido y aquello les situaba al borde de un enorme precipicio. Algunos ya habían decidido saltar y a otros todavía les anclaba a tierra un pequeño hilo salvador, que les mantenía erguidos, a pesar de las circunstancias. Quizá ese mismo hilo y sus infinitas ramificaciones, les había citado allí a todos. ¡Milagros de la Navidad! pensó María, que no dejaba de escuchar historias y sentirse cada vez mejor al calor de aquella gente.
Llegó a la mesa donde se sentaba Pablo, un chico que le había llamado la atención desde el principio. Julia le comentó que sabían poco de su historia. Que no era muy dado a la conversación y reservaba su plática tan solo a unos pocos. En el rostro de aquel joven, había contenido un profundo reflejo de tristeza y nostalgia. Con una imagen cuidada, la que le permitían sus circunstancias actuales, pareciera de la misma edad que ella. Superando la vergüenza, María se sentó enfrente, saludando a todos, para que no se notase el interés que le había llevado hasta allí. Preguntó si les había gustado la cena y pudo comprobar ,en la repuesta abierta y sincera de casi la totalidad de los comensales, que el convite había cumplido su función por una noche; cambiar el semblante de aquellas personas y proporcionarles un pequeño brillo en sus ojos. Pablo no había respondido y no quiso insistir.
Habló un rato con una chica también joven, que había acudido allí con sus dos pequeños de corta edad. María pudo comprobar una vez más, la injusticia de un mundo que se ceba con los más vulnerables. Aquella mujer le daba las gracias continuamente, con una amplia sonrisa, y ella tan solo podía responder: “Gracias a ti, de verdad”. Susana, que así se llamaba, estaba divorciada y sola , y no era consciente de la paz y fortaleza que había procurado a la nueva voluntaria tan solo con su cercanía y su charla.
Cuando María se levantó de la mesa para proseguir con su labor, Pablo le preguntó, qué le había traído hasta allí. Lo hizo con la cabeza agachada y un tono de voz leve, casi un susurro. Contrariada, pues era complejo responder a aquella pregunta, decidió volver a tomar asiento y conversar con el chico de los profundos ojos verdes. Descubrió en él un joven arquitecto, exitoso en un pasado reciente, al que una mala gestión de su talento y rápida fortuna , había hecho que lo perdiera todo. Pablo respondía fielmente a la expresión “no tener donde caerse muerto” pero mantenía en su interior una inquebrantable convicción, de que todo podía cambiar. Su trato reservado , no reflejaba la imagen de una persona esperanzada y animada, pero María tras la charla que se extendió más de lo previsible, comprobó en su discurso la madurez y sabiduría de quién ha recibido con excesiva antelación, una de las mayores lecciones de la vida: tan pronto estás en la cima, como puedes descender inexorablemente y sin freno hasta el mismísimo averno.
Él joven no buscaba de nuevo el paraíso perdido pero si creía que su suerte podría cambiar en algún momento, si conseguía mantener la cabeza fría y su dignidad intacta. María solo podía escucharle hipnotizada. Se encontraba muy a gusto con él. Le proporcionaba un nítido espejo de sus propias circunstancias .Pero ensimismada como estaba, no había tenido oportunidad de responder a la pregunta formulada -¿qué le había traído hasta allí? .Se abstrajo por un momento de aquel lugar, y pensó, que aquella tardanza en responder a la invitación que su propio ser le hacía desde hacía tiempo para llevar una vida diferente, lejos y en rebeldía con su familia, se había producido por alguna razón y que su encuentro con Pablo y todos los de aquella noche, se dieron lugar en el momento preciso. Que ni antes ni después, hubieran tenido el mismo efecto. Que nuestro presente nos enseña cada día, que nos proporciona las herramientas necesarias para afrontar los cambios anhelados, que cada circunstancia vivida tiene una profunda razón de ser y proyección más allá de lo evidente y que debemos aspirar a vivir con dignidad y esperanza los cambios traumáticos.
Enfrascada como estaba en sus pensamientos, alguien preguntó.
-¿Habrá que hacerse una foto de familia antes de las campanadas?
María posó esta vez con una sonrisa sincera .Fue la primera foto de Navidad que no tuvo que fingir felicidad. Realmente estaba contenta y con una extraña paz en su interior. Los lazos familiares, que nos conectan con otras personas se establecen más allá de la sangre y la herencia. Pensó en sus padres a los que añoraba. Miro al cielo y dio gracias por todo lo aprendido. Aunque sería un duro trago, iría a visitar a su hermano a la cárcel. Llamaría a Sofía. Pablo estaba a su lado. Se miraron. Entrarían en el nuevo año juntos. ¿Quién sabe? Quizá con el tiempo, pudieran protagonizar el comienzo de una nueva historia.
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Acerca del autor
Escrito por: Laura Cubillo Guardiola (@lauracubillo1)
Mi antología de relatos cortos, prosa-poética y paremias la enmarco en una obra llamada “SIENDOSINSER” que resume toda una experiencia vital en la que nada es lo que parece y en la que la búsqueda diaria de todo aquello que se presupone bueno para una persona (felicidad, alegría, plenitud, abundancia,…) ha de llevarse a cabo precisamente con los vestigios del mismo objeto a buscar que queden en su ser interno.
La creación de todos ellos, responde a una imperiosa necesidad de adaptar el proceso creativo a mis propias circunstancias. Soy un ser obligado a la adaptación constante, con una extrema receptividad, que hace que mi obra esté generada por muy diferentes estímulos. A veces, la premura de vaciar mi mente hace que escriba en cualquier trozo de papel que encuentro.
En la mayoría de ellos juego con la “dualidad” del lenguaje, con el doble sentido del mismo y de la vida, con la “lectura bipolar” que puedan llegar a tener los conceptos, las experiencias,…
PUBLICACIONES
Hace relativamente poco tiempo, decidí proyectar mis escritos más allá de mi propio escritorio y conocidos.
-En Agosto del 2017 Solonovelanegra (Revista Digital del género policial y negro) publicó en su sección VERANOIR mi relato “Amor Verdadero”
http://solonovelanegra.com/amor-verdadero/
-El concurso “Miedo en tus ojos” organizado por Ojos Verdes Ediciones ha seleccionado mi microrelato “Corazones Rojos” para formar parte de una antología conjunta que todavía no ha sido editada.
-Recientemente en el último número de la revista digital de Arte y Literatura Espacio Luke, se ha publicado un pequeño extracto de SIENDOSINSER .En esta ocasión acompaño cada texto con imágenes propias. Me gusta combinar la fotografía con la narrativa. Creo que hay un gran poder en ello.
http://www.espacioluke.com/2017/Septiembre2017/cubillo.html
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