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Era una carretera solitaria al amanecer. Todos los vehículos todavía estaban en sus garajes, pero se escucharon pasos.
Erik Aklet no imaginaba que a los 20 años estaría caminando con todas sus cosas en una pequeña maleta y huyendo de su casa en Alabama justo antes de terminar su segundo año en la universidad.
Siempre había tenido todo lo que quería, muy protegido por su familia y del mundo real. Pero estaba harto, quería viajar por el mundo, ser autosuficiente y si tuviera que morir, moriría libre.
Escuchó una camioneta y levantó la mano para ser visto. Fue entonces, cuando se cayó la última caja de pastillas para el cáncer que le quedaba. Cáncer, qué nombre para un signo del zodiaco…, – pensó –
-Buenos días, ¿podría acercarme al próximo pueblo? – dijo Erik
La mujer, de unos 40 años y con los ojos cansados, asintió. Erik se metió en la parte trasera de la furgoneta y al menos descansó un poco.
Miró su tatuaje y se echó a reír. Si sus padres lo hubieran visto, seguramente hubieran tenido un ataque al corazón.
Desde la ventana trasera comenzó a hablar con la mujer.
– ¿Cómo te llamas? Es muy temprano para ir por estos caminos, no hay nada en kilómetros …- le preguntó la mujer-.
– Mi nombre es Erik, digamos que estoy en una época de aventuras o, como se llamaría, estoy en una «fase” de trotamundos.
Mientras estos intercambiaban las miradas a través de la visualización del retrovisor interior junto con su charla, la mujer no podía dejar de asombrarse con qué seguridad el chico definía su situación, donde normalmente, un joven de su edad, suele mostrar más dudas respecto a su situación o más bien dicho, no hay muchos jóvenes con intenciones de ir por el mundo sin motivo alguno.
- ¡Cuidado!- Gritó Erik-
La mujer apretó fuerte el pedal de frenado del vehículo donde llegó a salir humó, porqué la temperatura ya parecía dejar atrás los grados de primavera y acercarse más a los del verano.
- ¿Qué era eso? – Dijo Erik, con voz fuerte.
- No lo sé! –Dijo la mujer, con voz temblorosa y asustada.
Los dos ocupantes del vehículo decidieron bajar del coche para poder ver de qué se trataba y así poder seguir o no, con su viaje.
Acercándose lentamente, pudieron hacerse una pequeña idea de qué se trataba. Con ojos vidriosos aún sin saber que les esperaba en los próximos segundos, su vida se escurría como agua por un desagüe.
- ¡Diós mío, qué hemos hecho! – Dijo la mujer
- ¡Subamos a la furgoneta y vámonos! –Dijo Erik con fuerza y mirando a su alrededor-
- ¡No podemos hacerlo Erik! ¡Debemos ayudarle! – Le gritó la mujer-
- ¡No podemos hacer nada, esta muerto! – Gritó con firmeza-
- ¡Debemos irnos antes que nos puedan incriminar y tengamos que pasarnos años entre rejas! Si prefieres quedarte aquí lo entenderé pero yo cogeré tu camioneta y me iré.
La mujer sin saber que era lo que había sucedido en cuestión de segundos, decidió irse con Erik sin rumbo alguno.
Mientras el pánico les invadía todo su cuerpo y este no les dejaba ver más allá del acontecimiento que había transcurrido unos minutos atrás, decidieron detenerse para poder hablar de lo sucedido.
- Creo que deberíamos volver Erik –dijo la mujer-
Erik asustado pero a la vez responsable de lo sucedido, asintió con la cabeza y decidieron volver hacia atrás para poder socorrer en la medida de lo posible a la persona que se encontraba en en suelo. Mientras estos se dirigían al lugar del acontecimiento con miedo y remordimiento de lo que les pudiera suceder después, se dieron cuenta de un detalle que se les había pasado por alto, cuando se encontraban en medio de una conversación mutua dentro de la furgoneta.
- Por cierto…no me has dicho como te llamas. –dijo Erik-
- Me llamo Sarah – dijo la mujer con una risa medio forzada-
Estaban a punto de llegar al sitio del accidente, cuando antes de llegar a él, vieron como un coche pasaba por el mismo lugar y una persona de origen desconocido, caía de forma gratuita en la parte delantera del coche, provocando así un accidente de coche.
Erik y Sarah se quedaron perplejos al ver lo sucedido, pero lo más inquietante fue cuando estos vieron que los ocupantes del vehículo eran también un hombre y una mujer, de edades similares a las suyas y a la vez repetían los mismos movimientos que ellos.
- ¿Qué está sucediendo?- dijo Sarah
- No lo sé –dijo Erik con los ojos muy abiertos- esperemos a ver que pasa.
Estos dos, se quedaron mirando fijamente viendo los mismos gestos, las mismas palabras y las mismas expresiones que ellos habían experimentado unos minutos antes en el mismo lugar. Se quedaron a mitad del trayecto, viendo asombrados qué estaba pasando. Erik rápidamente se giró y miró por el cristal de atrás de la furgoneta para mirar si no había nadie mirándoles o bien mostrándoles que era una broma todo lo ocurrido, pero no vio a nadie.
- ¿Qué haces? – Le preguntó Sarah a Erik.
- Quién no te dice a ti que nos están observando igual que nosotros a ellos – dijo Erik, todo asustado-
- ¿Y si se repite la misma historia? –dijo Sarah-
- ¿Qué quieres decir? ¿Qué se repite la misma historia en el tiempo? ¿Crees que habrá otras personas que se encuentren en la misma situación? –dijo Erik-
Sarah, se quedó pensativa de todo lo que estaba sucediendo a la vez que no sabía cómo poder dar respuesta a las diferentes preguntas que hacía Erik. Los dos se quedaron con mil dudas en su cabeza mientras conducían camino al horizonte rojizo por el atardecer intentando perseguir un sol que cada vez parecía más lejano.
Acerca del autor
Escrito por: Mariona I. Castellnou Mazarico
Esta es mi primera publicación, aunque me dedico al mundo de la enseñanza y me gusta a veces crear mis propias historias para mis alumnos.
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Un relato para reflexionar sobre nuestros actos, ¿habrá segunda parte?
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