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Era aquí, en esta casa, donde los días se hacían eternos, donde el odio habitaba en cada esquina, faltaba aire y sobraba violencia.
10:30 de la mañana, es domingo, tal vez de esos que se suelen pasar en familia cuando eres pequeño, los gritos resonaban una y otra vez, y en mi cabeza solo se repetía la voz de: ya estamos, cuándo acabará esto?
Me levanto, mil pedazos de cristales inundan el salón, el bote de pintura había sido derramado por el suelo, eso era la jungla, o tal vez pasó un huracán del que yo no fui consciente. No, definitivamente, era él, su cara revelaba rabia, era como ver a un monstruo, y gritaba, solo se oían los gritos y los puñetazos por toda la casa. ¿ Qué lo había causado esta vez? ¿qué ella no limpiara? ¿Qué hubiese comprado ropa para mi hermano? ¿para mí? O simplemente se había puesto una falda que le quedaba de escándalo y la hacía preciosa y él no lo aceptaba?, no lo sé.
Sin tan siquiera preguntar, me puse a recoger el estropicio que habían causado, no sé si uno solo, o ambos. Empecé por los cristales, había peligro de que mi hermano se levantara de la cama y los pisara, eso solo empeoraría las cosas, si es que pueden estar peor. Nadie se percató de mi presencia, ni yo me daba cuenta de que esto era real, deseaba estar en una pesadilla de la que al despertar, solo viera los rayos de sol iluminando la habitación y que el silencio inunde mis oídos.
!PUTA! (los sigo oyendo), limpio la pintura con un trapo, mi pijama empieza a estar sucio, mis uñas, mis manos…..se oye un portazo a lo lejos, trago saliva. ¿Realmente se ha ido para siempre? No, su ropa sigue aquí.
Se levanta mi hermano, no sabe nada, menos mal. Pregunta, ¿qué pasa?. No sé qué decirle.
Nada, solo ha caído el bote de pintura. !Qué desastre!, Suelta. Se pone a ver la tele, me pregunta si le puedo preparar su vaso de leche con tostadas, y como no, pregunta por ellos.
Nos habían dejado solos, 4 y 8 años, yo tampoco sabía dónde estaban. Han ido al coche a por una cosa, le respondí.
Me pongo a limpiar la casa, 2, 3 y 4 horas pasan desde que se marcharon los dos por la puerta.
Tenía la sensación de que mis lágrimas caían como hojas de un árbol y nadie se percataba de ello, también intentaba disimularlas, o empezaría la ronda de preguntas de mi hermano. Me faltaba el aire y tenía miedo, miedo de lo que estará pasando, miedo de estar sola con un niño al que no se cuidar, miedo de mi misma…..
Vuelven los dos a casa, sonríen, no ha pasado nada. ¿Realmente había pasado? Creí estar loca, cogí mis cosas y me encerré en la habitación, para mí, el único lugar seguro de la casa. Mis deberes eran un refugio donde perderse durante un rato, ordenar mi cuarto me mantenía distraída. El resto del día transcurría solo, o sola mejor dicho.
Mañana será distinto.
Acerca del autor
Escrito por: Naomi Melo González
Escritos personales
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