Tiempo estimado de lectura: 4 min.
Se llama Óscar y lo tengo frente a mí. Ya hace más de 2 horas que estamos sentados a la misma mesa los cuatro, Lucas y yo,… y él y su pareja.
La cena no ha estado mal, pero ahora, cuando el camarero toma nota ya de los cafés, la verdad es que me aburro. Ellos dos están muy entretenidos y achispados hablando de rugby, y ella tiene las yemas de los dedos pegadas al móvil, como una quinceañera. Esto no es educado pero ¿cuál es su otra opción?… Hablar conmigo, y a mí no me apetece,… mejor así.
Me quito los zapatos, me están matando. Y sin pensarlo dos veces, sin ninguna razón aparente, sin previo aviso del córtex cerebral a mi sentido de la razón y la prudencia, mi pie derecho, sensualmente enfundado en unas bonitas medias negras, se apoya en su silla, y se abre paso zigzagueando suavemente por debajo de su pierna. Una vez así, acurrucado bajo el calor de su cuerpo, noto unas pulsaciones de emoción en mi estómago ¿qué estoy haciendo?
Le miro abiertamente. Ya no puedo más que seguir valiente con mi juego, o retirarme. Sin embargo, él parece no haber notado nada.
Sigue escuchando a mi marido, sonriendo, asintiendo.
¿Jugamos o no jugamos?
Jugamos. Porque sin dejar de hablar con Lucas, pone su mano en mi pierna y me acaricia. Me transmite su calor,… calor y bienestar.
Sí, ¡jugamos! Me alegro de haberme puesto las medias de seda.
Ahora se unen al juego sus miradas. Veladas, tímidas,… él sigue hablando. Mi pie, quieto,… su mano, no.
Es como si nos conociéramos desde siempre. Por su mirada sé que somos cómplices, por su media sonrisa sé que tenemos un plan, y yo no puedo esperar.
Pido excusas y me levanto, voy al lavabo. He abandonado mi hueco acogedor y enseguida noto su ausencia.
Ya en el pasillo, me paro delante de los ascensores y saco el móvil, por inercia. Él ya está detrás de mí, noto su aliento en mi nuca, ¿qué hago?
En unos segundos, y solo con su aliento, todo mi cuerpo cambia, siento cómo mi sudor segrega las feromonas que lo atraerán hacia mí. Sigo mirando el móvil, pero me expando,… mi piel está ardiendo, y noto las pulsaciones en la sien.
Bum, bum…bum, bum…bum, bum…
Se abre el ascensor y salen dos personas.
Sus manos desde atrás se posan suavemente en mi cintura y me animan a entrar.
Aún sin mirarnos y a mi espalda, sus brazos me rodean y siento sus labios en mi nuca, … suaves,… húmedos.
Sin dejar que me suelte, pulso el botón del primer piso, no tengo ni idea de adónde va, pero sube, y él, al tiempo que me hace girar para que pueda mirarle, toca el botón de parada.
Le miro. No es muy alto y tiene unos bonitos ojos azules, su aliento huele a vino dulce y su boca sabe a noches y a tabaco. Nos besamos con urgencia. Mi cuerpo tembloroso se pega al suyo y mi boca a su boca,… mis labios a sus labios,… mi lengua a su lengua…
Sin separarse de mí, imantados nuestros cuerpos, sus manos levantan la falda de mi vestido acariciándome las nalgas, acercándome a él aún más y haciéndome notar la prominencia de su sexo, aún cautivo del placer no consumado.
Yo levanto los brazos y él me desnuda. Mis pechos desvergonzados se ofrecen seductores a su boca, que acepta libar de mis pezones, desatando mis sentidos en una locura de placer incontrolado que me hace gemir calladamente.
Mis manos lo liberan, con nerviosismo y torpeza, de la brida que sujeta su placer, y lo desboca,… y él cabalga hacia mi interior en una carrera desmesurada y sin rivales. Solo mi cuerpo y el suyo, solo él dentro de mí, que en su afán por llegar el primero, insiste con energía levantando mi cuerpo contra el espejo, que a modo de alcahueta, es el único testigo mudo del festín de la llegada.
La paleta de olores, sudor y perfume, bajo ya en graduación pero de alto cabotaje, cubre con sus colores mi piel, dejando en ella un rastro de arco iris de intensas sensaciones. Llega la paz y el desaliento.
Nuestras miradas vuelven a encontrarse, miradas dulces y cansadas, sus ojos tienen ahora un azul añil, más profundo, más limpio. Es guapo.
Nos vestimos lentamente y cogidos de la mano pulsamos el botón de vuelta a la vida.
Se abren las puertas.
Yo voy hacia el lavabo y él saca el móvil y entra en el comedor.
Estoy segura de que volveremos a encontrarnos, los dos.
Acerca del autor
Escrito por: Nita Sáenz Higueras
Profesora de primaria y secundaria. Licenciada en Filología Hispánica. Lingüista en la Universidad (UOC) como correctora y traductora de los materiales académicos. Escritora aficionada de relatos cortos y poesía.
Como siempre, te invitamos a que nos dejes tus opiniones y comentarios sobre este relato en el formulario que aparece más abajo.
Además, si te ha gustado, por favor, compártelo en redes sociales. Gracias.
Y si te quedas con ganas de leer más, puedes entrar a nuestra librería online
Deja un comentario