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Aquel niño nacido en Belén, hace más de dos mil años, no debió ser conocido como el hijo del Carpintero sino como el hijo del Alfarero. Los hechos ocurrieron así:
Su abuela paterna (la madre de José) quiso ocultar la verdadera historia de su nieto adoptivo, cuando ésta se enteró que su único heredero no había engendrado a su hijo con su esposa (María) por vía natural (fecundación embrionaria tradicional) sino que aquella mujer llamada a ser su nuera había recurrido a la muy avanzada e ilícita Enucleación embrionaria (según ella por vía angelical o celestial), valiéndose de quién sabe que patraña, afirmaba la suegra dolida, para hacerse con el mayor tesoro que poseía la familia desde años inmemoriales: el torno de Israel.
Descubierto semejante secreto por la suegra de María, la abuela paterna del niño de Belén, desheredó a su único hijo José, y puso en venta el taller de alfarería junto con todas las herramientas y utensilios cerámicos del clan familiar: media luna de madera, hilo de pescar, esponja de carnero, punzón de buey y hasta los vaciadores de encina y olivo. En el lote de venta se incluyó la joya de la corona: el Torno de Alfarero. El mismísimo torno que siglos atrás había servido a los reyes David y Salomón para unificar su reino y mantener así viva la tradición en la ya poblada tierra prometida, donde manaba leche y miel por borbotones y, cuyo sobrante almacenaban en cuencos y recipientes de barro traído de las barricadas del lago de Galilea. La piezas se torneaban todos los sextos días de la semana para luego descansar al séptimo día, de acuerdo a la tradición y la Ley.
La suegra de María, abuela paterna putativa de Jesús, se valió de artimañas y manipulación intrafamiliar para enredar y convencer a quien hizo falta hasta que, por fin, intercambió por el Wallapop de la época el taller y su torno. Por el negocio familiar recibió en total una mula, un buey , una cuna de madera de roble de Líbano, trescientos kilos de paja, más dos meses de alquiler en la pesebrera más próxima a Nazaret; justo el sitio donde más adelante nacería el hijo de José, hasta hoy día conocido como el hijo del carpintero. Al niño nacido en esa pesebrera, con los años se le atribuyó lo de carpintero para justificar su posterior muerte en una cruz de madera, cuando en realidad debió ser conocido como el hijo del Alfarero, quizá mejor suerte hubiese tenido, o no…
Josejico, ante tanta humillación materna y por no dejar en deshonra a su mujer, cumplió todas las órdenes e imposiciones de su madre, a tal punto que esta buena mujer le hizo prometer en el lecho de su muerte que jamás revelaría el secreto que daba por finalizada la tradición de la casa de David y, que dejaba en el olvido, que fueron ellos José y sus antepasados los mejores ceramistas del medio oriente, quienes en su día brillaron con luz incandescente sobre las demás Tribus de Israel, por haber modelado y fundido en horno de leña y a más de 1250 grados el Arca de la Alianza, cuyo bizcocho posteriormente vitrificaron con los mejores óxidos y esmaltes traídos de Babilonia y el monte Sión.
Hoy, dos siglos después de esa aberrante alteración de la historia, gracias a los adelantos técnicos y biotecnológicos se ha podido redescubrir la verdadera tradición familiar de aquel pequeño que nació y murió sin saber que, a parte de ser El Mesías prometido, descendiente de David y por tanto rey de Israel, también era por derecho propio y natural el Rey de la Alfarería universal, ya no sólo por la tradición que le usurpó su abuela paterna por no soportar que su nieto fuera hijo adoptivo de José, sino por ser el Hijo de Yahvé, cuyo Padre verdadero había modelado al comienzo de los tiempos, allá por el Jardín del Edén, las dos primeras esculturas humanas, cuyos cuerpos se componían de arcilla terracota sin chamota proveniente de los barrancos del Jardín del Edén y, sus cabezas se endurecieron con un 50% de gres y cuarzo respectivamente.
Por todo lo anterior y para reconducir la historia de la cristiandad, que siempre ha estado embarrada por alteraciones tóxicas como la arrogancia, la envidia y el qué dirán, entre otras muchas más; de ahora en adelante ya no se representará nunca más el belén como un taller de carpintería tradicional, sino como un taller cerámico con toda la cantidad de objetos, materiales y utensilios que un día le fueron despojados y usurpados a la Familia de Nazaret, de hoy en adelante, La Familia del Alfarero.
En realidad, el Belén navideño será conocido como el nuevo mundo cerámico de la Cristiandad ya que como suele recordarse ‘del barro vienes y al barro volverás’. Así de este modo, a ningún ser humano se le olvidará que, pese a su condición frágil y maleable, podrá alcanzar la eternidad, y que para esto deberá pasar por el torno, el retorneado, el modelado, el secado, y el horno de fuego material y espiritual.
Durante todo el proceso puede que a unos y otros les sobre o falte el fundente principal ¡La Santa Paciencia! Fórmula sencilla pronunciada por el Niño Alfarero sin parar y, por cierto, fácil de memorizar pero no de practicar:
‘Aguantaos los unos a los otros
así como yo os he aguantado’.
Acerca del autor
Escrito por: Carlos Saúl Pelayo González
– Recopilador y editor del libro: «Hacia la conquista de la Comunión», experiencias de Paz en Colombia
– Colaborador y editor del libro: «Liturgia al alcance de todos»
– Autor de la tesina universitaria: «Trifurcacion embrionaria», marco jurídico del Pre embrión.
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Muy imaginativo y simpático.
Da gusto leer este tipo de relatos que te hacen replantear hechos históricos celebrados todos los años.
Espero próximas publicaciones del autor para confirmar la calidad de este prometedor escritor.
Tan satisfactorio como enriquecedor este viaje de palabras y hechos que te llevan a mirar más allá de lo aprendido y abrirse a nuevas expectativas que tradicionalmente celebramos año tras año.
Pero sobre todo y no menos importante el cierre fundamental de este escrito: Aguantaos los unos a los otros, asi como yo os he aguantado, Me ha dejado maravillada!
Excelente relato, original y con contenido creativo y didáctico. Me gusta! Felicitaciones y que ojalá Carlos siga escribiendo… Pues tiene futuro
Increíble relato, cargado de imaginación y elegancia narrativa de la cual un servidor puedo dar fe; pues mi conocimiento sobre el autor es grande, siempre lo admiro por su gran meticulosidad en todo campo que realiza.
Es increíble éste imnovador cambio de las intrigas familiares sobre la familia de Jesús ; pues no se parece en nada a la historia que nos han contado desde niños. Aún así me ha conmovido, pues como enseñanza final nos indica una de las virtudes humanas que a día de hoy se están perdiendo que es la paciencia, base fundamental para una convivencia sana y una forma personal educativa que puesta en práctica mejora la calidad de vida de los que la practican y la sienten los que le rodean.
Deseo que mi gran amigo Carlos siga deleitándonos con su arte de la narrativa, desvelando misterios y mostrandonos realidades, consiguiendo que los lectores practiquen y difundan su gran talento.
Un fuerte Carlos.
Jajaja felicitaciones !!! Es un relato tan verosímil como fantástico . Por favor, que el autor nos cuente más detalles en próximos relatos…