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El sueño
Soñaba con vivir en España, en ese país del viejo mundo que hace tiempo colonizó a mi pueblo, ahora conocido como República Dominicana. Es muy famosa la frase que dice que «nos cambiaron espejos por oro» pero también nos regalaron mucho. Nos entregaron su religión, su idioma, su educación, impresionantes estructuras, música, comida y más. En mi caso, me regalaron un bisabuelo y por lo cual toda una familia.
Desde que tengo memoria he estado enamorado de España. Recuerdo bailar danza española al compás de las canciones de Melody, recorrer carreteras con la dulce voz de Rosario Flores, caer a los pies de ese acento español, añorar los días de paella, tener despertares espirituales con las películas de Almodóvar y fantasear con enamorarme a primera vista en alguna creación de Gaudí.
Visité España por primera vez cuando tenía 16 años, acompañada de mi familia. Llegamos a Madrid y de ahí visitamos otras ciudades de Europa. Poco recuerdo de aquel viaje pero en mi memoria se queda la visita al restaurante más viejo del mundo, las calles de piedra de Toledo y las hermosas creaciones de Gaudí.
El viaje
A los 24 años me llegó la oportunidad de irme a vivir a ese lugar que siempre estuvo en mis planes, España. Así que el 14 de noviembre de 2018 agarré mis maletas y abordé el avión que me llevaría a mi sueño más preciado. Me moría de nervios por lo que me esperaba pero mis ganas podían más.
Los primeros días fueron para rememorar aquellos lugares especiales que se deben de conocer sí o sí. Recuerdo posar para una foto junta a las Cibeles y casi llorar porque de alguna manera era parte de aquella canción de Sabina «A la sombra de un león», recorrer La Plaza Mayor, visitar el Museo del Prado y respirar el aire fresco de el parque El Retiro.
Al poco tiempo me tocó ir a Valladolid, dónde comí increíblemente bien y a un precio asequible. Pero lo mejor de la visita a aquella ciudad fue un ángel llamado Ángel. Me lo encontré caminando por la calle y entre risas intercambiamos números. Era mi primer amorío en España y daba la talla.
Vera
Llegué a España con el plan de hacer trabajo voluntario y el primer destino fue Vera, Almería. Por medio de una página virtual contacté con una mujer inglesa que estaba montando un camping ecológico. Jamás había acampado antes pero fue una experiencia muy… diferente. Al llegar, la inglesa me muestra mi diminuta casa de campaña, donde por suerte solo dormí unas pocas noches ya que luego me cedió una caravana que estaba desocupada.
Los días pasaban relativamente rápido trabajando en la tierra, cocinando para todos y visitando los alrededores. Lo que no pasaba rápido eran los mandatos dictatoriales de la inglesa con la que casi todos tuvieron por lo menos una bronca.
Allí pase Navidad y Año Nuevo. Conocí personas de Inglaterra, Alemania y otros países. Me enseñaron que hay formas muy diferentes de vivir, de pensar y de ser. Abrieron mi mente y me mostraron el universo.
De vuelta a Madrid
Al volver a Madrid la nostalgia me atacaba. Echaba de menos mi isla pero volver no era una opción. El mismo sueño no suele presentarse dos veces en una vida. Así que pusé rumbo a mi segundo trabajo voluntario, esta vez en las afueras de Madrid. Era una pequeña finca de un hombre español donde cuidaba dos perros, dos burros y pintaba la cabaña principal. Fue alrededor de un mes con mucha tranquilidad e introspección, largas caminatas y ampollas en los pies y conversaciones profundas. Durante aquel periodo me tome unos días para visitar Navarra detrás de un chico que había conocido de cuyo nombre ya no me acuerdo. Lo que si recuerdo es de unas aguas termales que se sentían como el paraíso.
Hora de mudanza
Al terminar el trabajo voluntario en las afueras de Madrid alquilé un airbnb por un mes, en lo que encontraba una habitación de alquiler para ya asentarme un poco y hacer de un espacio, mío. No fue difícil encontrar la habitación, entre todas las opciones elegí una en casa de campo. Pequeña pero recién reformado, lo más importante era su cercanía hacia supermercados y estaciones de metro.
Pasé de tener responsabilidades diarias a no tener retos y entrar en una espiral de aburrimiento. Pero de pronto tendría una visita de la familia. Mi abuela y mi madre llegaron para pasarse una semana y las echaba de menos. Dicha alegría no vino sola, ya que esa misma semana conocí por internet (si, por Internet) a alguien que sería mi próxima y tal vez última pareja.
Debo decir que creo que fue enviado por el universo. Nos conocimos y a las dos semanas nos mudamos juntos. Todo sucedió tan rápido que no creí que duraría mucho pero luego de un año aquí estamos. Amándonos y sacándonos de quicio. Con el he vivido algunas cosas increíbles, como ve la nieve por primera vez y el impresionante desfile del Orgullo, Gay de Madrid, la batalla naval y un partido del Rayo Vallecano que finalmente fue suspendido por insultar a aquel nazi del equipo contrario. Y hasta que nos llegue el día que nos llega a todos, seguiré recolectando mil historias.
Acerca del autor
Escrito por: Laura Amelia Dacosta Lockward
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Demasiado entretenido, me encantaría seguir leyendo