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1.- Mi primer día.-(27/03/2010)
Me llamo Mikel, llevo dos horas ingresado en un pabellón acondicionado a modo de clínica.
Después de hacerme las pruebas del COVID-19 he dado positivo y ante el cuadro que presento, fiebre, tos, dolor de cabeza y ligera insuficiencia respiratoria (por ahora sin respiración asistida), han decidido hospitalizarme.
Dos horas que me han servido para analizar el entorno, sosegarme parcialmente y creo que también para iniciar, planificar y aceptar la situación en la que me encuentro.
Intento analizar la organización de este lugar similar a un puzle, constituido por tabiques realizados con paneles desmontables.
Observo los techos altísimos en los que se aprecian cables, conductos de ventilación y esa estructura de ensamblajes tan propia de pabellones de ferias, polideportivos etc.
Tras mi cabecera, una larga pared de molduras; hacia el lado izquierdo al igual que al frente, una larga fila de camas y a mi derecha un biombo con un hueco a la altura de mi cabecera que deja observar un pasillo de unos tres metros, donde se alinean otras tantas filas de camas.
Apenas puedo apreciar la presencia de enfermos y los que percibo están demasiado lejos, presiento que este vacío no durará mucho.
De vez en cuando pasa alguna enfermera; me revisa el gotero, me pregunta amablemente que tal me encuentro, si necesito algo, etc.
Mi perspectiva se pierde entre las camas desocupadas dando paso a mi mente imaginativa que intenta adivinar cómo será el avance de mi enfermedad.
Después de comerme el tarro durante unos minutos veo que hay movimiento por el pasillo, enfermeros con una paciente a la que acomodan en la primera cama tras el pasillo, justo a la par de la mía, el biombo oculta la mayor parte de la cama excepto la cabecera de esta. Observo a mi vecina recién llegada; media melena lisa de cabello oscuro, ojos negros, brillantes, inmensos y asustados que me miran fijamente, aunque tengo la sensación de que no me ven.
Insertan por vena el gotero en su brazo derecho, se escucha un ligero ¡ay! probablemente le explican la situación, así como la medicación y escucho algunas palabras de tranquilidad, supongo que iguales o parecidas a las que me han dirigido a mi.
Me giro para darle la espalda, pienso que hay que darle un respiro. Que se familiarice y se acostumbre al lugar.
Parece que traen la comida. Siempre he tenido la sensación de que la comida de los hospitales era incomible, me daba para atrás, las veces que he visitado algún enfermo, ¡qué buena pinta tiene!… por animarle a comer. Hoy quizás por miedo me he mentalizado, debo comer, obedecer, ser positivo para ganar esta batalla.
Recostado para dar cuenta de mi primer menú: puré de verduras, pechuga de pollo con una salsa naranja y un yogur, mi vecina en la misma situación me mira, la saludo con la mano y ella me responde igualmente.
Entre cucharada y cucharada, nuestras miradas se entrecruzan, es atractiva, con una cara agradable, lo presiento, la mascarilla oculta esa certeza, esos grandes y oscuros ojos ya no trasmiten el miedo de hace unos minutos.
Finalizada la comida y una vez retirados los platos aprovecho para ir al aseo; mi zona denominada H2 que cuenta con unas 40 camas de las cuales solo están ocupadas unas 5 cuenta con un aseo propio, es amplio con 6 urinarios, otros tantos inodoros y unas 5 duchas.
De regreso observo a los pacientes acostados; con mascarillas como la mía, alguno saluda con un movimiento de cabeza al que respondo igualmente.
Dejo mi neceser en el interior de la mesilla y saco unos folios y un bolígrafo que traje de casa, ¡ostras! En el movimiento de abrir y cerrar la mesilla dándole la espalda a mi vecina, seguro que me ha visto el culo, creo que me estoy ruborizando, ¡estas batas!
Coloco mi gotero en su sitio, me recuesto en la cama y miro con reparo y disimulo a mi vecina, está recostada mirándome con la mascarilla puesta, instintivamente le hago un gesto de optimismo con mi pulgar al que ella me responde de igual manera, entonces reacciono con gestos indicándole que voy a escribir y le voy a enviar el papel, ella asiente con su pulgar.
Mikel 1ª Carta
Hola, me llamo Mikel, me ha costado mucho comenzar a escribirte, pero he decidido que lo que salga estará bien.
Supongo que estaremos unos cuantos días aquí, unos serán duros, otros muy duros y otros más llevaderos.
Creo que estamos en condiciones parecidas, si la evolución de nuestra enfermedad es similar, estaremos en la misma disposición de poder comunicarnos.
Estamos totalmente aislados del exterior, supongo que nos facilitarán algún medio de comunicación con nuestros allegados, pero entre tanto podemos conversar para que eso nos ayude a pasar y olvidar momentáneamente la situación en la que nos encontramos, para ello vamos a intentar evadirnos de lo que tenemos fuera, de nuestros seres queridos, ataduras, trabajo, etc.
En las largas 24 horas de cada día que vamos a vivir aquí, ya tenemos demasiado tiempo para pensar en todo eso que hemos dejado, en nuestra vida.
Te propongo una correspondencia, en la que solo hablemos de nuestra experiencia en este lugar, sin tener que saber a qué nos dedicamos, cuáles son nuestras relaciones y como son nuestras vivencias en el exterior. Ten en cuenta que cuando esto acabe no habrá más trato, obviamente habrá un recuerdo, quizás una nostalgia de un sueño vivido.
Eso si, nos libraremos de las pautas, cada uno que escriba cuando quiera o cuando pueda, no olvidemos que las causas físicas y emocionales nos pueden impedir escribir o por lo menos lo pueden dificultar.
¿Qué te parece, estás de acuerdo?
Soy consciente que mi redacción no es muy correcta ni precisa, la conversación oral es mucho más fácil y llevadera, pero esta herramienta tampoco es mala y seguramente, si nos lo proponemos, cumplirá con creces su cometido.
Vamos a intentarlo y si hay que dejarlo, se deja. Encantado de conocerte y poder dialogar contigo, hasta pronto.
Lucía 1ª Carta
Hola Mikel, me llamo Lucía. Encantada de poder iniciar estas conversaciones contigo; supongo que serán igual de especiales que la situación tan extraña en la que nos hallamos.
Estoy de acuerdo con el enfoque que has sugerido, hagamos un paréntesis para dejar fuera de aquí todo lo que nos vincula y que estas breves pausas y cortas notas nos sirvan para olvidar el estado en que nos encontramos, tanto aquí como en el exterior.
Me encuentro bien, con fiebre, tos y me cuesta respirar un poco, pero lo llevo, es peor el miedo que me da esta soledad que da pie a jamarme el tarro continuamente, por eso me parece muy atrayente y provechoso tu ofrecimiento. Creo que nos ayudará día a día y nos hará todo más llevadero.
En cuanto a mi manera de escribir, ya te darás cuenta, ¡si fuera oral te ibas a enterar!
Ha sido graciosa la reacción de la enfermera al traerme tu carta. Ha sonreído muy picarona, seguro que pensando que ni las enfermedades frenan los intentos de ligar, la veo con pinta de Celestina y creo que le va a satisfacer esta nueva función.
Has tenido una buena idea, creo que parte de mi tiempo estará ocupado en pensar que cosas voy a comentarte.
¡Ah! Por cierto, ¡hoy te he visto el culo! ja, ja… No te preocupes un culo… es un culo.
Cuando venga la enfermera-cartera le daré la carta para que te la entregue, que te vaya bien y que duermas plácidamente. Hasta mañana.
Mikel 2ª Carta
Buenos días, Lucía ¿qué tal has pasado la noche? Yo bastante bien. Me dormí pensando en la conversación de ayer, cuando me desvelaba intentaba verte, pero la poca luz que había hacía imposible distinguir si tenías los ojos abiertos o no y entre sueños y despertares ha transcurrido la noche.
La enfermera-cartera, por cierto, de nombre Lidia, creo que será nuestra cómplice. Por propia curiosidad, aunque creo que también lo hace por gusto, parece maja, muy simpática. Me ha dicho que tengo unas décimas de fiebre pero que no me preocupe.
Trabaja 12 horas al día, dice que el ritmo es llevadero por ahora; otra cosa será cuando esto se vaya llenando, ya se verá. En mi zona parece que ha habido dos o tres ingresos nuevos.
Una vez desayunado y después de una buena ducha con cambio de bata incluido, las sensaciones son mejores y con ganas de escribirte, aquí estoy.
Veo que vuelves a la cama, supongo que vienes de asearte, se nota que te has acicalado, vas bien peinada y tus ojos destacan más que ayer parece que están iluminados. ¡Hola! (gestos) sí, ya he empezado a escribirte, no se si lo haré más fácil sintiendo tu mirada.
Ahora te rodean dos enfermeras y un médico, espero que no te den malas noticias…dejo de escribir espiando e intentando averiguar o adivinar lo que te dicen; se van ya, ha sido corto y entiendo que todo va bien, te giras y me tranquilizas con tu pulgar levantado.
Ah el culo, ya me imaginaba que me lo habías visto, ja, ja…
Dándole vueltas a todo esto y por lo que he oído, calculo que tenemos por delante entre 6 y 9 días para hacernos compañía. Transcurridos estos, en el mejor de los casos nos darán el alta y la estancia será corta, por el contrario, si nuestro estado empeora tocará UCI y sin posibilidad de comunicarnos.
Aprovechemos ahora que podemos.
Mira Lucía, mi mente se afana a menudo, ninguna idea prodigiosa ni nada que se le parezca, no te equivoques… me gusta imaginar historias, tengo la cualidad de evadirme fácilmente creando mis propias películas y la verdad es que disfruto mucho con ello, así que espero que no te asuste, ni te sorprenda el contenido de mis cartas.
Entretanto y si te parece bien, seguiré observándote y daré rienda suelta a mi imaginación para confeccionar guiones de los que los dos seremos participes.
Hasta mañana. ¡Un beso!
Lucía 2ª Carta
Buenos días, la noche ha sido bastante buena, me ha dicho la médica que tengo más fiebre, pero que estoy bien. La tos persiste y el dolor de cabeza también, pero se aguanta, estamos bastante parecidos.
Lidia es autentica, creo que se está imaginando su propia historia y la veo encantada con su pluriempleo de cartera.
Las primeras horas del día creo que son fundamentales. Después del desayuno, y una buena ducha, el cuerpo está motivado y preparado para mantener una buena conversación contigo.
Estoy encantada de ver que me estás observando cuando me giro hacia ti. Me siento más segura, tengo mi ángel de la guarda que me cuida. Te envío un beso.
Estoy de acuerdo con tu visión de la evolución de nuestra enfermedad y la estimación que has hecho de los días que podemos pasar aquí. También con tu propuesta.
No se si podré estar a tu altura en esto de escribir, pero me esforzaré.
Me parece muy bien que seas el guionista, para mi sería muy difícil dar el primer paso, pero me veo con ganas, fuerzas y compromiso para participar en estos relatos desarrollando y liberando mi imaginación.
Espero con curiosidad tu nota, jugaré a adivinar su contenido y para ello miraré fijamente tus ojos por si me pueden dar alguna pista de lo que hay en el interior de tu mente, ja, ja…
En el tiempo que llevamos ingresados, siento que ya no somos extraños, el verte y saber que estás aquí a mi lado me alivia, ya no tengo esa congoja con la que llegué, tampoco me siento extraña en este lugar y tu vigilancia, ahora que sabes que estoy escribiéndote y cuando sabes que te estoy leyendo, me satisface, me hace sentir bien. Me gustaría abrazarte con fuerza y sentirte a mi lado.
En ansiosa espera, te deseo que pases una plácida noche.
Mikel 3ª Carta
Te vuelvo a mirar, me estás observando, noto tu sonrisa o más bien la sospecho…estas mascarillas son una lata, ocultan tu precioso rostro, pero ese velo a modo de hiyab que usan las princesas árabes me abstrae, me traslada a las arenas calientes de un desierto por el que caminamos descalzos ataviados con ropa de fiesta Tuareg de color azul índigo. Un ligero pañuelo de seda cubre tu pelo, dejando libres algunos cabellos rebeldes que no quieren perder detalle y bailan al son del soplo del desierto.
De tus oídos cuelgan preciosos y largos pendientes de plata con piedras encastradas del mismo azul; tus mejillas bronceadas y tus parpados sombreados como cometas, rodean, dibujan y resaltan esos ovalados ópalos tan intensos que cautivan mi sentido.
Descendemos agarrados de la mano por la ladera de una pequeña duna y llegamos a un oasis con un precioso estanque. Al fondo, una fuente a modo de cascada rodeada de algunas palmeras de mediana altura que dibujan una sombra aceptable; sobre ella está extendido un amplio manto con cojines redondos y una bandeja repleta de fruta, al lado una tetera.
Caminamos por la orilla mojándonos los pies con una sensación muy agradable, examinando la grandeza de este diminuto paraíso.
Las horas transcurren abrazados, envueltos en esta sensación mágica. Siento tus frescos labios, el aroma de tu piel, el reflejo de tus deslumbrantes ojos.
Bañados por el seductor viento del desierto, inmersos en una burbuja de percepciones de fortuna y dicha jamás conocidas, nos aislamos del mundo.
Tendidos en la túnica va transcurriendo el día. El sol, posado en la cima de una duna nos ciega y se va ocultando lentamente tras ella; apenas asoma ya y el cielo se va coloreando de un naranja intenso con difuminadas pinceladas azules, apagándose poco a poco y dando paso a la oscuridad.
Una infinidad de farolillos brotan para cortejar a una majestuosa media luna.
Abrazados y cautivados por todo ello, la noche da paso a un profundo sueño.
Lucía 3ª Carta
Realmente, sin mucha dificultad he dibujado mentalmente este paisaje y el escenario majestuoso que has creado. Un buen localizador de cine no lo hubiera hecho mejor.
Bajando por la ladera con la sensación agradable de los pies descalzos en contacto con la arena caliente y sintiendo tu mano sobre la mía, me distancio de ti unos metros para contemplarte en todo tu esplendor. Solemne, el turbante que cubre tu cabeza deja ver tu rostro ligeramente tostado. Con esa incipiente barba y los ojos sombreados de negro, pareces Josuf el príncipe beréber.
Me apoyo en ti y me cojo de tu brazo para seguir paseando por este maravilloso lugar que me has regalado. Me encuentro envuelta en una alucinación prodigiosa disfrutando del entorno que nos rodea.
Nunca había experimentado nada igual, es una situación inenarrable, abrazados y con la mirada enfrentada poso mis labios sobre los tuyos; los paladeo, húmedos y dulces gajos de fruta desconocida y nunca apreciada y apago mis ojos. Siento que mi mente accede y se ubica en la tuya, creo que nos hemos cobijado en la cueva de la felicidad.
En este mundo de emociones, un carrusel de destellos y ráfagas de resplandores orbitan a nuestro alrededor. Flotamos en un inmenso firmamento donde cometas multicolores tejen una coraza impenetrable que nos aísla de todo.
¡Buenos días, Lucía!, ¿qué tal te encuentras?, vamos a ver si sigues con fiebre, ahora vengo.
¡Ay, Mikel! ¡Qué pena!, que fastidio…
¡Ostras! Estoy mal, creo que me ha subido la fiebre, me duele mucho la garganta y me cuesta respirar. No te veo, supongo que estarás en el baño. Escríbeme, yo no sé si podré hacerlo. ¡Un beso!
Mikel 4ª Carta
Buenos días Lucía, he recibido tu carta, me la habrá dejado Lidia en la mesilla. Si, estaba en el baño, veo que en este momento el médico y dos enfermeras están contigo, estoy preocupado por ti. Yo también me encuentro peor, tengo síntomas como los tuyos, pero creo que un poco más leves.
Me ha encantado tu respuesta, menos mal que no eras muy hábil con la escritura… me ha parecido precioso, lo he releído varias veces y cada vez me gusta más…
¡La verdad!, ayer conseguimos un día espectacular y difícil de olvidar.
Se ha girado Lidia, me ha mirado, se acerca…
Buenos días Mikel, ¿qué tal estás? Lucía ha empeorado, la fiebre le ha subido a casi 38ºCº. Tiene molestias en la garganta, dolor de cabeza y un poco de dificultad para respirar. Por el momento no la vamos a entubar, aunque si le vamos a poner oxígeno para facilitarle la respiración, además de alguna otra medicación.
En 24 horas sabremos si remonta o por el contrario debemos ingresarla en la UCI.
¡Ya te veo! Con gesto triste y cansado mueves tu mano, intento con gestos desearte ánimo y tranquilidad, me envías un beso al que yo correspondo; siento que tus hermosos ojos han perdido la expresión de luz y brillantez que tenían ayer, instantes después se pliegan lentamente. Descansa mi querida Lucía, tu centinela te estará vigilando y construirá una inquebrantable muralla para evitar que las complicaciones se apoderen de ti.
Ensayan los artistas la obra que representaran al anochecer, subimos, evitando molestarles, a lo más alto del anfiteatro. Desde allí la sensación es la de estar sentados en el borde de la tela de un gran abanico, las escaleras bajan simulando sus varillas y se concentran al pie del escenario.
Después de esta peculiar visión, observamos en la lejanía la silueta de unas montañas oscuras reflejadas en un mar de aguas turquesas repleto de embarcaciones que se cruzan entre ellas. Unas zarpan y otras arriban con sus telares multicolores, pletóricos e inflados por el soplo marino
Esa misma brisa hace danzar tenuemente tu brillante pelo, los destellos de sol resplandecen en tus mejillas, formando un halo de centellas irisadas que ciegan mis ojos de insólita seducción.
No puedo evitar que mis labios se enfrenten a los tuyos como en un combate de gladiadores en la arena del coliseo. Espadas de amor atraviesan nuestros cuerpos y nos hieren. De nuestras heridas brotan arroyos de satisfacción y gozo, que bañan nuestros cuerpos como si de aceites y bálsamos divinos se trataran.
Siento escalofríos de placer. En esta borrachera de sensaciones, mi mente se pierde por el firmamento como una estrella fugaz, dejando una estela de ilusión y delirio mágico totalmente nuevos para mí.
Así seguimos sin control, hasta que la risa de unos niños que juegan cerca de nosotros rompe nuestra calma espiritual. Una profunda respiración nos devuelve al mundo real y con gran satisfacción comenzamos, aún aturdidos, el descenso por las varillas del abanico hacia la salida. Deseando que aquello nunca finalice, alcanzamos el pasaje al mundo real…
He vuelto, estoy en plena realidad, me giro y observo que sigues acostada con los ojos cerrados, me da miedo tu situación, me preocupa mucho, espero que mañana te encuentres mejor.
Lidia antes de terminar el turno a las 22:00, me ha comentado que sigues igual, es importante como pases esta noche, deseo que llegue mañana para poder ver tu progreso. Le he pedido que encienda la pequeña bombilla de tu cabecera para que pueda verte durante la larga noche que se avecina.
Reposa cariño mío.
Estoy empeorando por momentos, puede que me esté ocurriendo lo mismo que a ti, ya veremos… Que tengas una noche corta, sueño con verte totalmente recuperada mi querida Lucía, te envío un gran beso…
Lucía 4ª Carta
¡Buenos días Mikel! Parece que estoy remontando, pero he pasado una noche atroz; ahora noto mejoría, según Lidia es señal de que lo estoy superando. Me ha comentado que tu noche también ha sido terrible y que estas con los mismos síntomas que yo. Ahora te miro y parece que estás más tranquilo, en un profundo sueño.
Tranquilo, descansa. Ahora la guardiana soy yo, velo por ti para que no te sientas inseguro, ni solo.
He leído tu carta, es pura medicina para mí… ¡esto sí que es una buena botica! Ahora debo conseguir un remedio como el tuyo que te sirva de cura.
Después de salir del anfiteatro y próximos al mirador, contemplamos de cerca el trasiego de los navíos que van dibujando estelas de espuma blanca y transparentes burbujas a veces embestidas por la quilla de algún otro bajel.
La estampa es muy bella. Simula un gran lienzo en el que, ubicados en la proa del barco recibimos una mezcla de sensible y delicada brisa, que trae consigo una suave lluvia de gotas de mar. El salitre empapa la ternura de nuestros besos, resbalando por nuestras mejillas y cuellos; de fondo, el sonido del chasquido del agua al chocar con el bichero que asoma en proa, desafiando a las olas y erigiéndose en el defensor del buque.
Siguiendo nuestro mismo rumbo, una hermosa gaviota que planea nos observa fijamente, probablemente, presa de la envidia al advertir la plenitud del deleite que se concentra dentro de esta aura calada de bienestar y felicidad.
El tiempo transcurre sin medición posible, lentamente nos adentramos en un pequeño y precioso puerto pesquero con sus pequeñas casitas de cuento, hasta que el bullicio de los pescadores rompe nuestra envoltura de intimidad.
Las redes cubren el dique; algunas mujeres, en cordial coloquio, se afanan en remendarlas y repararlas, observando nuestra aproximación.
Nuestro marinero lanza el cabo de amarre mientras otra persona en el dique lo coloca en el noray. Una vez tensada y amarrada la embarcación, el marinero con un gesto claro indica el final de la maniobra.
Abandonas la embarcación ofreciéndome tu mano para ayudarme a alcanzar la escalera. Por un instante, al mirarte me viene a la cabeza la imagen de un flamante corsario; un pañuelo granate ciñe tu cabeza, en el lóbulo de tu oreja un brillante arete dorado y un fajín también encarnado que sostiene una arqueada espada. Un corsario que con una sonrisa traviesa y enredadora me cautiva.
Subimos la escalinata, la gente se acerca y nos ofrece pescado, telas, sedas …
¡Hola Lucía! Ya veo que estás bien, te encuentro en plena faena. Parece que no tienes fiebre, si sigues evolucionando así, es muy probable que mañana o pasado puedas irte a casa. Mikel también mejora poco a poco, pero habrá que esperar a mañana para confirmarlo. ¡Gracias Lidia!
¡Bueno Mikel! Ya ves, espero que leas pronto esta misiva, será una buena señal, seguiré atenta desde mi puesto de vigilancia. ¡Animo! Un beso.
Mikel 5ª Carta
¡Hola Lucía! ¡Uf! Que mal lo he pasado, ha sido muy duro. Qué te voy a contar… supongo que habrá sido una réplica de lo que tú has pasado; alegrémonos de que la mejoría es evidente y vamos camino de la curación.
Una curación de la que tú eres una pieza clave. Tu constante vigilancia, tu acercamiento y tu cariño han sido, sin duda, el antídoto que necesito.
Me ha impresionado tu imaginación. Me gusta cómo navegas surcando los océanos de la fantasía, hilvanando madejas de espuma sensual que invaden y excitan mis sentidos.
Estos ejercicios ingeniosos de locura que hemos sabido crear y compartir, han conseguido su propósito. Nos hemos revelado como dos amantes admirables. Sin la plaga del compromiso y la responsabilidad, sin contratos ni vínculos que aten. Solamente abonando y regando nuestra relación con la libertad que nos ha brindado esta situación.
La tormenta de la realidad parece que se acerca, me temo que los senderos de la ficción y de la ilusión, pronto irán desapareciendo. Intuyo que tu marcha está cerca y que nuestra breve historia entornará la última página de nuestro transitorio relato.
No te preocupes, nuestra vida real espera fuera con los mismos actores de siempre, pero nosotros hemos cambiado. Tenemos una mentalidad nueva, inédita y más fresca que nos va a ayudar a caminar más dichosos y complacientes y nos facilitará nuevos instrumentos, para poder sortear las dificultades que nos surjan.
Quizás, lo vivido en este recinto haya sido pura fortuna, por tanto, no nos sintamos apenados, salgamos aliviados y repletos de grande y generosa energía.
Con esta energía, desearía por última vez estrecharte entre mis brazos y sentir tus labios, robar tu aroma, tu sabor, tu recuerdo y guardarlos para siempre.
Adiós Lucía, adiós, cariño mío, se feliz…
Lucía 5ª Carta
Hola Mikel, no he dormido mucho pensando en el día de hoy. He querido madrugar para poder despedirme, Lidia me ha confirmado que he superado la enfermedad y que hoy me voy a casa. Probablemente mañana te toque a ti, afortunadamente. Sería fatal irme con la incógnita de tu desenlace.
Eliminada esta angustia la despedida será mucho más fácil, sin preocupaciones. Solamente el recuerdo de nuestras magnificas escapadas emocionales, que como bien dices, serán resortes que nos ayudarán a caminar con buen pie en las rutas venideras.
Te miro y aprecio tu placidez. Descansa, eso te ayudará a volver a la normalidad.
Me voy sin saber cómo es tu rostro. Es increíble, pero en todo este tiempo que llevamos aquí, solo hemos tenido como referencia física nuestra mirada. Partiendo de nuestros ojos, hemos sido capaces de configurar cada uno la cara del otro y supongo que esa será la imagen que perdurará siempre en nosotros.
No sé si encontraré las palabras para describir la necesidad que tengo de abrazarte, besarte y sentirme dentro de uno de nuestros preciosos viajes. Flotar en ese fluido divino de centelleos excitantes y penetrar en una atmosfera voluptuosa y embriagadora, que nos lleve directamente a la bóveda de la pasión.
Acaba de llegar Lidia indicándome que me prepare para abandonar el hospital.
Adiós Mikel, no puedes imaginar lo que me ha supuesto conocerte, te deseo lo mejor del mundo. Adiós, mi amor…
Lidia (1ª Carta)
Mientras Lucía se incorporaba y se dirigía al aseo, yo recogía y guardaba con intriga las notas que me había entregado. Me giré hacia la cama de Mikel y al ver que estaba sobresaltado me fui hacia él. Estaba asustado, por un momento había pensado que Lucía se había ido ya, le tranquilicé y respiró profundamente.
Al poco tiempo, con paso firme y ligero apareció ella. Vestida con un alegre y ceñido vestido, estaba resplandeciente. Mikel levantó su pulgar y Lucía le respondió con la mano.
Al instante aparecieron el doctor y una compañera, con los papeles del alta y algunas instrucciones.
Ya estaba lista, se puso una graciosa chaqueta de hilo a juego con su vestido, cogió su pequeña mochila y se giró hacia Mikel que estaba incorporado siguiéndola con la mirada. Mientras los aplausos de todos mis compañeros, guardas de seguridad, personal de ambulancias y de limpieza resonaban fuertemente, ellos no dejaron de mirarse. A la mayoría de nosotros, los ojos se nos humedecieron, era la primera paciente de mi zona que se había curado, no pude contener la emoción y mis lágrimas brotaron contagiosamente.
Entre el bullicio y la emoción, las miradas entre Lucía y Mikel se volvían a cruzar. Diciéndose adiós con la mano, él le lanzo un beso llevándose la palma de la mano a su boca y ella le correspondió.
De pie y sin perder detalle Mikel nos siguió visualmente de camino a la salida. Antes de desparecer de su campo de visión, Lucía se giró y balanceó su mano, allí seguía él, atento a su gesto.
Al poco alcanzamos la salida.
—Gracias, Lidia, eres fantástica, no he podido estar en mejores manos, no se como transmitirte la gratitud que te mereces, ya se que no es necesario que te diga que cuides de Mikel, sé que lo harás.
Se fue lentamente y al verla alejarse no pude evitar un sollozo mezcla de tranquilidad y un poquito de melancolía.
Volví a mis labores no sin antes pasar a ver a Mikel, —estoy contento Lidia— me dijo —llegamos para superar esta pandemia y lo hemos conseguido, además hemos creado una pequeña historia, corta pero fantástica que tendremos para siempre. Creo que esto es tuyo— y me entregó unas notas.
¡Gracias!, que pases buena noche, hasta mañana. Salí de allí acelerada, era tal mi curiosidad que notaba mi pulso disparado. Era fastidiosa la espera, me urgía leer ambas colecciones de hojas. En un momento me sosegué y pensé que, en el metro camino de casa, tendría la ocasión de descubrir lo que ocultaban tan ansiadas cuartillas…
Lidia (2ª Carta)
Hasta bien entrada la mañana no pude acercarme a ver a Mikel. La cama de Lucía seguía vacía, pero durante la noche se habían producido bastantes ingresos y las demás se habían ocupado con nuevos pacientes. La verdad es que la sala estaba repleta, alguien había comentado que el resto de las zonas estaba igual.
—Hola Mikel, buenos días, dentro de poco asomará el doctor y creo que te dará el alta— le miré a los ojos y sentí que me interrogaban, no pude evitar decirle… ¡Muy bien!
Me alejé, creo que sofocada. Me sentía como si hubiera violentado la intimidad de los amantes y eso me incomodaba, no me lo podía quitar de la cabeza. Más tarde llegué a la conclusión de que fueron ellos los que me dieron las notas, eso me liberaba y me eximía de toda culpa, ¿no?
Acompañe al doctor y a mi compañera cuando se acercaron a dar el alta a Mikel, le dimos la enhorabuena y algunas instrucciones que debía seguir en casa; a continuación, se levantó y se dirigió a los vestuarios.
Minutos después, un mozo de magnifica presencia se acercó a la cama que ya no volvería a utilizar. Cogió una bolsa de deportes en la que introdujo sus enseres y dio media vuelta despidiéndose y deseando suerte al resto de pacientes. Sus compañeros comenzaron a aplaudir y el pasillo se llenó de sanitarios y demás personal del hospital, que celebraron su curación.
Mikel, agradeciendo con gestos la ayuda recibida, se encaminó hacia la salida, no sin antes dar una última mirada a la cama de Lucía. Con marcha lenta llegamos a la salida y adivinando la situación incomoda en la que me encontraba por la lectura de los escritos, me miró —no te preocupes, Lidia— me dijo —es un obsequio de los dos, es lo menos que podíamos hacer para agradecerte lo que has hecho por nosotros.
La congoja se repitió al verle partir…
No creo que ellos se imaginen la influencia que ha tenido su regalo en mí. Me impactó su primera lectura en el metro, después siguieron inagotables repasos en mi dormitorio.
Esta noche es especial, por primera vez en mi vida me siento necesaria, incluso algo de heroína. Soy feliz porque en esta lucha por sobrevivir, nuestro trabajo da sus frutos y a veces, — sin olvidarme de los que ya no están con nosotros— conseguimos curar, sanar cuerpos y también almas, recuperar familias y a veces, alentar a los demás a reflexionar y a elegir nuevas alternativas en la dirección de sus vidas, recuperando entre todos lo que de verdad importa: solidaridad, colaboración, implicación, cariño, amistad, amor…
Agradezcámonos que hayamos vuelto a ser humanos.
Acerca del autor
Escrito por: Juan Jose Añorga Goenaga
La verdad es que no he publicado nunca, esta es la primera vez que me he atrevido a publicar.
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Y si te quedas con ganas de leer más, puedes entrar a nuestra librería online
Me ha gustado mucho esta bonita y esperanzadora historia de amor, amistad y solidaridad. Ojalá vuelvan pronto a publicar más relatos de este autor
Acabo de empezar a leer,y ya me he enganchado…se hace interesante a la vez que romántico.
Salvando las distancias de donde se encuentran.
Continuaré con la lectura y espero publique más relatos.
Enhorabuena
Final muy esperanzador en está pandemia que nos acecha.
Aunque con intriga,sin saber el desenlace de la amistad de Mikel y Lucía.
Continuará….
Al leer el relato «De cama en cama» de Juan José Añorga he sentido sensaciones y sentimientos encontrados. Por un lado, miedo ante una realidad aterradora como es el poder ser víctima de la actual pandemia y, por otro, la ilusión de una incipiente historia de amor. Por un lado, angustia e impotencia por todos los ingresados en la UCI y, por otro, admiración por la capacidad que tiene el ser humano de crear poesía en medio de tanta pesadumbre. Por un lado, empatía por todos aquellos sanitarios que han estado en primera fila combatiendo la pandemia y, por otro, tranquilidad por saber que en caso de ser paciente estaríamos en las mejores manos.
También me ha sorprendido la capacidad que tiene el autor de combinar en un relato corto dos tipos de lenguajes totalmente opuestos entre sí: el primero, el coloquial, simple y claro; y el segundo, el idílico, romántico, de ensueño. En realidad son dos historias contadas en una, narradas por dos personajes en apenas cinco cartas y abarcando el suspense, el romance e incluso la ficción. Y hacer esto es muy, muy difícil.
“De cama en cama” tiene una trama de inicio muy bien planteada que merecería ser desarrollada a profundidad, espero que el autor continúe escribiendo porque me ha dejado con ganas de más y precisamente eso es ser escritor, dejar al lector con unas ganas terribles de seguir el relato. Justo la que Juan José ha conseguido conmigo. Mi enhorabuena.
Me ha encantado. El planteamiento de la historia, el relato limpio, la sencillez, la dulzura… a mí es que me ha gustado todo. Qué suerte poder expresarse así.
Enhorabuena. Zorionak. No dejes de escribir. Mezedez.
Precioso! El paso de la frialdad del edificio al calor del desierto se siente. Me gusta cómo se transforma un pasatiempo, en un apoyo para combatir el miedo y generar dulzura y compañía en la dificultad. Eskerrikasko.
Es una historia bonita.
La capacidad de superación del ser humano y el poder de la imaginación son realmente sanadores. esto nos enseña esta historia. También que cualquier experiencia compartida nos enriquece y ayuda. Somos seres sociales y nos necesitamos unos a otros.
Quizá todos estos valores a reafirmado está pandemia y esta historia nos las ha recordado
Eskerrik asko, Juan José.
Preciosa capacidad de llevarnos a ese mundo fuera de la realidad y a la vez anclado en ella.
Que podamos seguir soñando contigo.
Me he abrazado a este relato casi tanto como Mikel y Lucia a sus carta. Gracias al autor por escribir esta hermosa historia donde se rescata la humanidad dentro de tanto virus