1973. Y ahí estaba el cielo de Madrid visto desde arriba. Era su primer vuelo.
2017 Hoy – 11:30. Su retina refleja imagen parecida. El piloto de ensayos vierte encima recuerdos tristes y eternos, como paisajes de alta montaña. En sus ojos remansan, como lagos de cristal en una patria de arrugas. Los amigos que perdió en Sevilla o Turquía. O el día que tuvo que eyectarse derramando sus huesos por la tierra.
11:35. Brusco cambio de rumbo hasta hundirse en los bóreas de Enero. A ras la niebla tiembla, se arrastra, luz ahoga. Por cima una manada de nubes se desata, galopa con violencia, pinta en el aire las crines de un corcel. Desciende demasiado rápido y le riñen desde el control de Getafe. Sonríe y obedece.
12:30. De nuevo la pereza de los pies en la tierra. Los motores callando con pena sofocada. El cielo visto desde abajo. En su taquilla guarda el mono y el casco. Sale de la ducha y se peina despacio. Se anuda la corbata con cuidado, coloca el pañuelo en el bolsillo de la americana, y va a despedirse de los chavales de línea de vuelo.
14:00. Pasa por la oficina a recoger las fotos. En una pequeña caja caben sus cosas. La jubilación suena a delegar el futuro en un barullo de viajes con María, de visitas a los niños, ya pronto a los nietos. Hace la ficha en SAP, apaga el ordenador y se levanta. A por más despedidas.
14:30. Avanza lento por un largo pasillo, hacia la salida. En su cabeza tañen viejas promesas de no mirarla más. En su pecho va cuajando el agobio de quedarse sin alas. Sin embargo, para cerca de su sitio. La busca, pero Daniela no está. Volar también había sido jugar a lo imposible.
Deja un comentario