Y ahí estaba el cielo de Madrid totalmente despejado y luminoso, muy diferente al nublado y oscuro que acabábamos de pasar. Entonces recordé la famosa frase “de Madrid al cielo”. Miré hacia abajo y lo que se divisaba, por el contrario, era una extensa mole gris con algún punto verde, rodeada de un paisaje árido y ocre, que invitaba a pasar de largo. A pesar de ello recordé distintos lugares que se encontraban dentro de la mole como: museos, bellos parques, palacios, modernas y castizas calles y todo el ambiente tan agradable y típico de esta ciudad. Además de todo el bullicio callejero, tráfico, diversidad de peatones con sus sentimientos y emociones, así como todas las vivencias que se dan dentro cada edificio y lugar. Cuando se escuchó por el altavoz que en breves momentos íbamos a aterrizar, sentí que me iba sumergiendo en ese latido de vida, invisible desde la altura y pensé que al igual que se dice de las personas, la belleza y lo importante está en el interior.
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