Y ahí estaba el cielo de Madrid cubriendo la ciudad con sus nubes grisáceas, la fina lluvia bañaba las aceras limpiando los últimos restos de la humanidad. Mis pensamientos vagaron, paseábamos sin hablar y haciendo nuestro ese momento. Nuestras manos fuertemente unidas, poco a poco se fueron separando, alejándonos sin remedio. Nuestras miradas se mantenían fijas el uno en el otro, los sonidos que antaño cubrían el mundo no aparecían por más que lo intentáramos, nuestra capacidad para hablar se había esfumado, al igual que se había esfumado toda esperanza de vida con la llegada de la desolación, de la catástrofe. Todo empezó con una hermosa lluvia de meteoritos, cada vez se hacía más intensa y cada vez explotaban más cerca. Por momentos la oscuridad se iba haciendo más profunda, lo hermoso se fue convirtiendo en algo espeluznante y macabro. Las vainas se fueron multiplicando exponencialmente, la gente mirando absorta hacia el cielo no se dio ni cuenta de lo que pasaba hasta que fue tarde, decenas de millones cayeron en las calles. La primera fase del ataque la completaron rápidamente, luego invadieron todo el planeta, miles de seres descendieron y redujeron rápidamente ciudades enteras. Los que se defendían acababan muertos, los que actuaban de manera pacífica…también. Países enteros exterminados, razas enteras exterminadas, fue una lucha desigual. Los ejércitos del mundo lucharon y perecieron, los supervivientes vagaban de ciudad en ciudad. Tal como empezó, terminó. Simplemente desaparecieron y dejaron el mundo a merced de la madre Tierra que con el paso de los años fue conquistando lo que le habíamos arrebatado los humanos. Otra oportunidad nos ofrecía la vida, y la afrontaba sin ti, no me merecía la pena. Simplemente descanse y la lluvia me despojo de todos mis temores dejando que viajara de nuevo hacia ti.
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