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César escribe a Gayo Julio César Octaviano
¡Octaviano, oh joven muchacho, hijo mío! César te envía esta carta a ti, el único heredero verdadero de su testamento. Tú, que eres el más capacitado de todos para terminar su sueño, un sueño al que llama Roma. Como ya sabes, el Divino Julio, como injusta recompensa de su piedad, afrontó la muerte que le alejó de los hombres. Aún conserva la esperanza César de que seas el primero de todos, pero ¡ten cuidado! ya que eres el más joven y podrían caer sobre ti cual lobo hambriento acecha al indefenso cordero que ciego en su sed no se mantiene alerta y acaba destripado con ojos de ciego mirando al infinito río. Pero ¡no temas! Porque te ven como un corderito, sin embargo, no saben que se esconden colmillos y garras y debes mantenerlas ocultas para ganar ventaja hasta que beban agua… César aconseja a Gayo Julio César Octaviano para que tu epitafio no sea “Veni, vidi, mortuus sum”. El gobierno de César fue así, planeó muchas cosas buenas para el estado y no quisiera César verlas perdidas. Cree a César, que actuaba por el bien de los romanos y para su gloria.
Las tierras deben ser dadas a los soldados por sus esfuerzos, pero no te equivoques, deben recibir tierras una vez acabado el servicio, no caigas como tu tío abuelo Mario o como César, que crearon grandes terratenientes y eso ha de evitarse, porque si no, se perderá la mano de obra campesina libre y habrá crisis económica, por eso hay que evitarlo. César ha estado más allá del Rin y César sabe que, como bien escribió, hay bárbaros civilizables y bárbaros no civilizables. No lo dice por capricho, orgullo o miedo, sino porque los germanos no viven en lugares fijos, ¡no se pueden construir carreteras hacia los carros en movimiento! A los germanos hay que demostrarles lo que supone llevarse bien con los romanos, y también bien lo sabe César, ¡qué bien le sirvieron en la Galia como jinetes!, deberías tener esto en cuenta también. Aumentó el número César de senadores, pero no hay que quedarse ahí, hace falta aumentar el número de funcionarios en la República y vigilar que no haya excesos por parte de los pretores y cónsules para evitar revueltas innecesarias.
Egipto. Hazte con Egipto, no intentes imponerte culturalmente, son muy cerrados, pero busca el equilibrio. Roma crece y cuanto más grande se es, más hambre se tiene. Así pasa con los niños y con las ciudades prósperas. Los partos son peligrosos, hay que ser muy prudente con ellos, ya que practican una guerra muy distinta a la nuestra. Han reformado los alejandrinos por César el calendario con bastante precisión, pero deberá volver a ser revisado, porque desde aquí, en el cielo, a la altura de los dioses, puede César prever que no es del todo preciso. No olvides lavarle la cara a la vieja Roma, ¡no como Sila!, sino con mármol y piedra. Hay demasiados incendios y pocas manos para apagar la llama que arde.
Nuestro ejército es eficiente, pero necesita apoyo montado, hay que ampliar la caballería por legión. En Munda, por continuar los asuntos militares, pudo César observar, y así se lo confirmaron, que el joven Marco Vipsanio Agripa es eficiente y cree César que poco ambicioso, podría dirigir legiones con buenos resultados. También deberías plantearte Britania, César tuvo que partir hacia la Galia muy pronto, es una tierra interesante e hizo César aliados bárbaros. Hacia los dacios también deberías mirar, porque el Danubio no es un muro, como demostró César con el Rin. La vieja Hispania no está totalmente asegurada, lleva turbulenta años entre ciervas y ejércitos sin general. Tú ahora puedes traer paz a los romanos y cerrar las puertas de la guerra.
Al pueblo le gustan los espectáculos, pero no abuses, no vaya a ser que se arruine el estado.
El tiempo del Divino Julio, que no ha podido aconsejarte tanto como quisiera, se acaba. Nuestra madre, cabeza de linaje, le dio la oportunidad al alma de César de brillar tanto como en vida, pero en el cielo. Ha de ir con los dioses el Divino Julio, pero en el corazón de Roma ha crecido algo imborrable y se llama César, no olvidarán a César porque César no los olvidará y velará por ellos. Recuerda: “esperanza, sin embargo, hay en las agitadas olas de una próxima calma. Entonces atraviesa el apaciguado camino sin peligros con tu pecho.”
Con cariño me despido de mi hijo querido (ya que no podré cuidarte desde aquí) con una magnífica frase de un poeta joven muerto: “y para siempre, hijo, hola y adiós”.
Acerca del autor
Escrito por: Pablo Santiago Martínez Pérez (@Pablo_Paulus)
Parte I: VALOR ATENIENSE
Parte II: PERIODO ATENIZANTE
Parte III: EL PODER DE ATENAS
LA PASTORA DE MONOS
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