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Cuando pequeño solía mi padre preguntarme- ¿Qué quieres ser cuando grande? y yo le respondía quiero ser presidente de la república – Pero eso conlleva una larga trayectoria de vida, señalaba mi padre – con valores y principios morales irrenunciables, lecturas prolongadas desde la infancia para una compresión y presentación de los engorrosos proyectos de ley, educación formal, conciencia y compromiso social. Deberás salir a las calles para sintonizar con las demandas de los ciudadanos. Además, al igual que una carrera académica, se van quemando etapas para llegar a ser la autoridad máxima de un país, por ejemplo participando en movimientos sindicales, juntas de vecinos, cargos públicos como concejal, alcalde, diputado, senador. Si no tomas en serio tu dedicación al servicio público y solo te mueven tus intereses individuales, como el lograr una remuneración mensual que sobrepasa con creces la de cualquier profesional, estás faltando a la ética y al compromiso de ofrecer bienestar por igual a todos los ciudadanos de tu país.
Luego de sus palabras y ante lo difícil y engorroso para alcanzar la meta presidencial, le respondía – mejor optar por ser un trabajador que ame su oficio o un profesional al servicio de la sociedad- . Mi padre, a pesar de su buen humor, no toleró nunca la falta de atención y de respeto entre sus estudiantes, como tampoco el payaseo durante sus clases, en las reuniones de profesores y apoderados, en los consejos de departamento y facultad. El no alcanzó a vislumbrar que actualmente existe un camino menos serio y más fácil para ocupar un puesto en el parlamento, cada vez es más creciente el número de políticos y candidatos que proceden o hacen uso desmedido de la farándula televisiva y las redes sociales.
Asistimos al espectáculo en las sesiones parlamentarias de honorables que por su individualismo y por sus ansias de exhibicionismo propio de sus pasos por las cámaras de TV no trepidan en disfrazarse de murciélagos chinos, con carteles ofensivos, trotes con capas desplegadas y en alguna forma en la senda de la ya olvidada “chicholina” de los años ochenta. Dicha diputada italiana, excéntrica y provocadora, solía ingresar al hemiciclo con los pechos desnudos y hasta ofreció su cuerpo a Saddam Hussein con tal de evitar un nuevo conflicto en el Golfo Pérsico, Para colmo del espectáculo nos enteramos que un Diputado del otro lado de los Andes, en plena sesión en línea del Congreso, fue sorprendido manoseando y besando los senos de su pareja. Un acto íntimo y comprensible, pero no para exhibirlo durante un acto legislativo
Como consecuencia de la esperada sabiduría popular de rechazo a la vieja estrategia política: “Al pueblo, pan y circo”, dichos personajes estarán al debe por su comportamiento en el hemiciclo y no pasarán a la historia por su aporte al desarrollo del país, permaneciendo en el inconsciente colectivo solo por sus bufonadas.
Acerca del autor
Escrito por: Héctor Gómez Fuentes
Héctor Gómez Fuentes, Bibliotecólogo, Universidad de Chile. Con postgrado en pedagogía, ejerció la docencia universitaria por más de 40 años. Autor de «Relatos de un profe jubilado», Arriba de Pegaso Ediciones, 2019 y «El Modelo y de cómo la oruga se transforma en mariposa», Autoedición, 2020.
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