Dale rienda suelta al corazón,
y conocerás el color de la desesperanza,
con que se pinta de dolor la pared
que divide las perdidas causas
que una, y otra vez,
tus viejas lágrimas sepultaron;
Descubrirás el intranquilo y breve espacio,
donde la cordura se dilata sumisa,
ante las razones que abarrotan
con desencanto y amargas palabras,
pequeños puentes de felices sueños
que soñaron tus besos de amor.
Dale rienda suelta al corazón, y veras,
como el último segundo de ir viviendo,
perpetuo, siempre te lastima
con la sonrisa que en sus tristes labios,
dejaron del hambre, las sobras
y, de sed, sus vanas promesas rotas;
Salpicar verás en tu visual cornisa,
los sublimes encantos de los cancerosos miedos,
que en tu laberinto de dudas,
gota a gota, llena y desborda
el pequeño brote de ilusión
que en tus ojos se avisa.
Dale rienda suelta al corazón
y, distinguir no sabrás, entre la feroz tormenta,
y la noche de estrellas cubierta,
aún cuando en tu mirada se refleje la luna
y, los colgados relámpagos habiten
en tus maltratadas sienes;
No sabrás discernir, entre las caricias
que ultrajan la bajeza moral
y, el robo del instante parido,
donde hierven los sentidos,
que como esclavos, se arrodillan
ante la exquisita belleza que reina
en la plenitud de tus ganas.
Dale rienda suelta al corazón
y, la traición de tu flamada voz iracunda,
reinará en los confines de la desastrosa pasión,
que salpicando torbellinos de silencios,
se apoderará de las palabras de consuelo
que una vez fueron cura para el alma
y, como espinas venenosas,
crecerán desmedidos en los tallos de tu virtud
los pálidos reencores que absorben
con la paciencia enternecida de un sabio,
la fuerza y, la calidad del perdón
que florece sin escollos tras tu pecho.
Dale rienda suelta al corazón
y, nadarás con los brazos fuertes de tu orgullo
en el mar de las profundas heridas, que huecas,
no podrán contener la sangre
que se mezcla con el aire y te deja sin aliento
para morir en la orilla;
Y te ahogarás sin saber
cuanto filo le faltaba a la hoja del valor
que desde el cielo caía,
rematando a la arrogancia
que de ignorancia murió,
porque nunca dijo todo,
por el temor de perder.
Photo by Marion Michele on Unsplash
Acerca del autor
Escrito por: Erik Michel Azanza Cifré
Escritor asociado en una compañía publicitaria americana llamada GACEJAS TEACH & BOOKS.
Poemario «Ojos Carmesí » publicado en Internet.
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