Aquel que solo ansía chispas
de una luz mística e insondable
desciende rápido en picado
a los abismos interiores.
Cualquier búsqueda se malogra
buceando en las entendederas
si el cráneo estúpido se obstina
en abismarse en sima oscura.
Si se soslayan rastreadores
y se hace caso omiso al alba
el pago al final es con sangre.
Pero es demasiado tarde,
cayendo por el precipicio
te estrellas en el abismo
congelado del encéfalo.
Allí patrullan los reptiles
vigilando el sótano insomnes
mientras juegan los alacranes.
Allí el frío es implacable
como una tenaza en las sienes
y en cada ojo una mácula
se torna nívea por la noche.
Un blanco páramo el tálamo
atrapa los últimos huesos:
sepulcro final de pájaros.
Porque alas que volaron altas
yacen gélidas en el suelo
indistinguibles de la nieve.
Y sólo se puede esperar
que venga el pico matarife:
ansiedad y palpitaciones
como tambores percutiendo
sin ninguna tregua ni piedad.
El blanco pico matarife
horadando sin tregua el cráneo
cada día y cada noche
donde está el hueco de la nuca.
Acerca del autor
Escrito por: Ignacio Aguado Fernández
Madrid 1958. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga,1981. Co-fundador de la revista universitaria Jacaranda. Miembro del grupo poético teatral El Bauprés de Cristal. Fundador y director de las revistas culturales Utopía y Circe Torremolinos (Málaga). VI Premio Ciudad de Peligros de poesía. Granada 1979. VI Premio Enrique Llovet de Teatro. Diputación Provincial de Málaga 1992.
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